
Un abrazo.
Club de Escritura la Biblioteca
Ayer se presentó a las 8 de la tarde en el Ateneo de Albacete la última novela de Rosa Villada: "El juego de Dios".
Del Club de Escritura estuvimos las miembras: Nieves, Teresa y yo (Toñi). La sala estaba llena de amigos y Rosa contó con la compañia de su hijo Sergio Bleda, ilustrador de la atractiva portada del libro y Juan Tomás. La exposición de Sergio, sobre aspectos personales de su madre, nos arrancó a todos la sonrisa (y la risa) pero sobre todo demostró, con pequeños ejemplos, algo que todos conocemos y disfrutamos: el buen carácter y la maravillosa forma de ser de Rosa.
A quien le deseamos mucho éxito en esta nueva aventura.
Quien quiera tener más información sobre Rosa Villada puede ir a su página web:
http://webs.ono.com/rosavillada/
Y la de Sergio Bleda, ilustrador, de la que he "cogido prestada" la imagen:
http://trazolineamancha.blogspot.com/
Este jueves 25 de septiembre tenemos nuestra primera cita en la Biblioteca para inaugurar la 2ª temporada del club.
Será a las 7 de la tarde en el lugar de siempre, es decir, la 5ª planta de la biblioteca pública.
En esta primera reunión decidiremos, entre otras cosas, quién se encarga de pedir presupuestos para nuestro primer libro de relatos y quienes serán los próximos dos coordinadores del club.
Nos vemos. Sed puntuales.
Aunque no atinaba a imaginar a qué se referiría aquello con exactitud, intuyó que de alguna forma tenía que estar relacionado con la zozobra que él mismo llevaba experimentando desde hacía meses. Con una extraña lucidez Cándido presintió que allí se le ofrecía el remedio para solucionar el grave problema que le aquejaba, aquella descompensación brutal entre lo que pensaba y lo que sentía, el desequilibrio que le causaba el hecho de que su corazón pesase mil veces más que su cerebro.
Eso fue lo que le impulsó hasta aquella consulta de la calle Princesa. La mujer que lo atendió más que una pitonisa parecía una entrañable ama de casa. Le sirvió café con pastas en la mesa camilla de la trastienda. Después leyó sus manos, y siguió leyendo su rostro, hasta que en el fondo de los ojos de Cándido encontró lo que buscaba, y fue capaz de valorar el desequilibrio que tiraba de él hacia el abismo. Descubrió que existía ella, o mejor dicho, que existía pero lejos, que desde que se fue él caminaba al filo de una cuerda que separaba peligrosamente el placer de mirar el pasado desde las alturas y el peligro de caerse y hacerse añicos. Consideró que el mundo se le torcía a Cándido muchos días porque el órgano rojo que llevaba en el pecho estaba notoriamente descompensado por el peso de la amargura. La hechicera le dijo que si bien no se equivocaba lo suyo tenía remedio. Le prescribió una receta y le entregó un kit completo para equilibrar su corazón de una vez por todas. Así Cándido ataviado con su nueva camiseta donde se leían con letras orondas “Nadie se muere de amor” y un péndulo en el bolsillo derecho, salió a la calle, y caminó por Madrid con cuidado de seguir la línea recta que trazaban las losetas de la acera (era fundamental los primeros días). Mentalmente iba repitiendo como una retahíla las sencillas recomendaciones extendidas en la receta: nada de alcohol ni drogas; la autoestima bien alta; prohibido mirarse el ombligo; usar menos el coche y caminar más; bostezar 33 veces al día; observar a la gente con la que te cruzas e imaginar sus cuerdas flojas…
Cuando llegó a casa se dio cuenta de que llevaba horas sin pensar en Lucía. Para celebrarlo aquella noche cenó un par de huevos fritos con patatas y chorizos. De la hipertensión nadie le había dicho nada.
* FIN *
Jose Arístides