jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz Año Nuevo

Desde el Club de Escritura "La Biblioteca" os deseamos un Feliz Año Nuevo.

En 2011 volvemos con más historias, más ejercicios y más propuestas.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Mi versión del ejercicio rápido

Yo también he intentado el ejercicio. Esto es lo que ha salido:



El día de la diáspora, con el desánimo en los gestos y una enorme tristeza en la garganta, recogió sus cuatro objetos más queridos y cerró la puerta al límite del llanto. 
Así finalizaba su interminable lucha por defender los derechos de su gente. Una lucha tan estéril como dura, que le había agotado el ánimo, y lo había dejado perplejo tantas veces.
En su mente quedaba gravada la imagen de aquel hombre, irrumpiendo orgulloso como un pavo real en su tienda, con el insulto en la boca, con la amenaza, y el desprecio. 
Nadie vendría a llevárselo en mitad de la noche. Se marchaba a plena luz del día, con el roce del llanto en los ojos, con el pelo ocultándole las lágrimas, con el dolor tejido nudo a nudo entre sus hombros.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ejercicio de escritura rápida, 15 de diciembre.

El viaje me había encantado, pude ver perplejo, como el  pavo real  extendía su cola maravillosa. Pavoneándose, al compás del viento.
Aunque a ratos se hizo interminable.
Recuerdo la subida de la montaña, cuando conseguida la cima, me derrumbé al límite de mis fuerzas, sudando desde la punta de los pies, hasta el pelo.
Me asustó mucho el zumbido de las abejas. Un hermoso lago me salvó. Corrí a él, aún así, con evidente asco, saqué una de mi boca.
El sol era muy fuerte, estaba quemado. El sólo roce del aíre me lastimaba y el  tejido de mí camisa, me hacía rabiar.
De pronto, me sentí un diáspora.

Ejercicio de Escritura Rápida del 15/XII (Teresa)

Este es el resultado de mi ejercicio. Fue divertido y conseguí encajar todas las palabras, aunque los resultados sean más que dudosos... 

"La diáspora del pavo real se produjo justo cuando el reloj de la cocina marcaba la hora límite para ir preparando el asado navideño. Todos luchamos con él durante un rato interminable. Mi padre soltaba mil maldiciones por su boca. Mi madre en la lucha se había soltado el pelo y el tejido de su blusa aparecía impregnado de grandes manchas de sudor.

El abuelo  nos observaba a todos desde su sillón con la impasiblidad de los últimos meses. Si no hubiésemos estado tan ocupados, nos hubiéramos dado cuenta de que sus ojos parecían animados por un brillo jovial  que nos habría dejado a todos perplejos. Por eso, nos pilló desprevenidos la rapidez de reflejos de su cuerpo vegetal para alcanzar la escopeta de caza y lanzar un disparo contra la pieza. Sentí como el roce de la bala se llevaba por delante parte del lóbulo de mi oreja. Por unos instantes la escena se paralizó como si de un extraño Christma se tratase. El pavo cayó fulminado. Una muerte inútil después de todo. Aquella noche nadie quiso cenar. "

viernes, 17 de diciembre de 2010

Escritura rápida

En la reunión del club de escritura del dia 15 hicimos un ejercicio de escritura rápida basado en uno que propone Silvia Adela Kohan en su libro: "Taller de escritura. El método", editado por Alba Editorial.

Se trata de escribir un cuento, poema o texto incluyendo las siguientes palabras:

PERPLEJO - PAVO REAL - BOCA - DIÁSPORA - LÍMITE - PELO - ROCE - INTERMINABLE - TEJIDO

Los ejercicios que salieron fueron muy interesantes. Os animamos a todos a que participeis, como simple ejercicio de creatividad. Y a los compañeros que lo hicieron les pido desde aquí que lo publiquen en este espacio. Si nuestros lectores lo publican en el apartado de COMENTARIOS, también lo publicaremos.

Un saludo para todos. Toñi

jueves, 16 de diciembre de 2010

LUCES DE COLORES. Tercer premio de Relatos Solidarios de Médicos Mundi

Las luces se encendían y apagaban, deslumbrantes, atrayentes. Las calles eran un ir y venir de gente que hacía las últimas compras.
  Risas, voces, anuncios luminosos y coloristas por doquier. Navidad, esa dulce y trágica palabra que nos acerca una vez al año a los humanos.
  Tras el escaparate, la mujer reía ostentosamente, mientras miraba de forma inocente los anuncios de la televisión. No los oía pero la belleza y dulzura de los mensajes no necesitaban sonidos. Exhibía Aurelia su boca desdentada al reír, sus broncas carcajadas no parecían tener final. Algunos la miraban, extrañados. ¿Estaría loca? Eso sería, una indigente loca en Navidad... Alguien le dio una limosna; Aurelia dio las gracias y, cogiendo el carrito que siempre llevaba con ella, empezó a caminar. El suelo estaba mojado y resbaladizo por el hielo. Estiró mecánicamente el punto de su único guante y apresuró el paso. Empezaba a nevar.
  Se había puesto las mejores prendas de abrigo que encontró en los contenedores (sus tiendas de moda). Una chaqueta encima de otra y una especie de toquilla que le cubría la espalda y casi la cabeza. Tenía los hombros hundidos y unos ojos brillantes, que miraban con miedo debajo del gorro de lana. ¿Su edad? indescifrable. Protegía los pies con unas viejas y toscas botas, que rellenaba de papel de periódico por dos razones: una, para evitar la humedad, y dos, porque le estaban muy grandes.
  Un perrillo asomó la cabeza y la mujer, rápidamente, lo metió para adentro del carro con la mano enguantada. Dos guardias que pasaban se pararon a mirarla. Ella pensaba en los anuncios. ¡Qué bonitos! ¡qué de colores! Cuántas cosas buenas... y ella allí, sin nada.
  Esta noche iría a un cajero a dormir, se decía, estaban abiertos y al menos no se mojaba, aunque una no dejaba de llevarse sustos. Tal vez mañana, seguía pensando, Noche Buena, se acercaría al albergue; algo calentito para comer y una cama, mejor que el cajero. Luego volvería a su libertad, el albergue era una guerra...
  Sacó del bolsillo unas monedas y contó. ¡Vaya, si podía tomar un café! Estaba al lado de la cafetería por la que pasaba siempre y nunca se atrevió a entrar, pero era Navidad, la gente es más buena y comprensiva estos días, se dijo.
  Se acercó a la barra. La camarera la revisó de arriba abajo, había desconfianza en su mirada. Aurelia puso el dinero en el mostrador.
  _Quiero un café muy caliente _dijo con timidez.
  La muchacha volvió a mirarla de la misma forma.
  _Se lo toma rápido y se marcha _le advirtió.
  Al sentir el calor y el olorcillo a café, el perro asomó la cabeza. La muchacha se escandalizó.
  _¿Cómo se le ocurre? ¡Aquí no se permiten perros! Ya me parecía a mí que… ¡FUERA!
  Aunque asustada, no pudo Aurelia dejar de mirar a la señora de al lado que, bien vestida, tomaba su café mientras acariciaba a un perrito que descansaba en su falda. Estaba guapo con ese lazo rojo, pensó Aurelia, tragando el suyo a punto de abrasarse la garganta, en cuanto pudiera, le iba a poner uno a su perro. Y cogiendo el carrito salió corriendo de allí.
  ¡Malditos señoritingos! _dijo entre dientes, empujando hacia dentro la cabeza del animal con la mano libre.
  Marchó a la Plaza Mayor. Allí, en el banco de siempre, esperaría a que el reloj del ayuntamiento diera las doce. Podría dormir en él, pero descarta la idea: hace demasiado frío y seguramente le pasaría como a Luis, su amigo, que se quedó congelado, ahora hace un año. ¡Pobre Luis, ya no verá más las luces de colores!
  Gime el perrillo, Aurelia lo coge en sus brazos con cariño, es su mejor amigo. Los dos tienen hambre; rebusca la mujer en el carro y saca un trozo de carne seca, una barra de pan, dos tomates y una manzana; dispone cena para dos. La gente mira al pasar... No, Aurelia no está contenta con esta vida, ¿quién iba a estarlo? Desea un trabajo digno para vivir, pero todos le dan de lado. Ni iglesia, ni gobierno quieren saber nada, mucho hablar y hablar… ¿Los amigos? En estos casos no existen. Pero sigue en la brecha, como puede. También ella tuvo una vida diferente. Pero cambió, dio una de sus vueltas y la dejó aquí. Y aquí estaba, compartiendo pan y tomate con su perro. Otros comerían turrón y pavo.
  Da la carne seca al animal y, con hambre, le entra al pan y al tomate. Después de la cena se queda mirando al cielo, la manzana en la mano y el perrillo durmiendo en su regazo. Brillan las estrellas y luce la plaza sus mejores galas, bajo los ramilletes de luces de colores. El reloj da las doce. La plaza se ha quedado desierta, de los balcones cuelgan guirnaldas navideñas. Estarían tan calentitos en casa… Arrecia el frío, es la hora de buscar un cajero. Y se duerme, con los ojos llenitos de cielo, apenas unos minutos. El cansancio la ha vencido, justo el tiempo de quedarse helada. Un brusco traqueteo en el hombro la despierta. Tiene mucho frío.
   _¡Venga, no puede quedarse aquí! _oye como de lejos. Es el municipal de guardia.
  Las piernas acolchadas se niegan a sostenerla, se coloca el guante, agarra el asa del destartalado carro y marcha rumbo al cajero, mientras grita: ¡MALDITA NAVIDAD Y MALDITAS LUCES DE COLORES!

jueves, 2 de diciembre de 2010

Propuesta para el 15 de diciembre

El próximo 15 de diciembre me toca coordinar y esta es mi propuesta:


Hace un mes leímos en el club de lectura La Tertulia el libro: La Carretera, de Cormac McCarthy. El argumento, a grandes rasgos, es el siguiente: "En un paisaje devastado un hombre y su hijo viajan al sur para escapar del duro invierno. La civilización ha desaparecido y el hombre es un lobo para el hombre. La supervivencia es casi imposible."

Es el libro y el estilo que más me ha impactado de los libros que he leído en este año. Me gusta mucho. Echadle un vistazo a las frases. Mirad los diálogos, la economía del lenguaje y su precisión.

Todo un reto copiarlo ¿verdad?

Pues nada, a ver qué nos sale.

Y como muestra, un botón:

A las afueras de la ciudad llegaron a un supermercado. Varios coches viejos en un aparcamiento sembrado de desperdicios. Dejaron allí el carrito y recorrieron los sucios pasillos. En la sección de alimentación encontraron en el fondo de los cajones unas cuantas judías verdes y lo que parecían haber sido albaricoques, convertidos desde hacía tiempo en arrugadas efigies de sí mismos. El chico le seguía. Salieron por la puerta de atrás de la tienda. En el callejón unos cuantos carritos, todos muy oxidados. Volvieron a pasar por la tienda buscando otro carrito pero no había ninguno más. Junto a la puerta había dos máquinas de refrescos que alguien había volcado y abierto con una palanca. Monedas esparcidas por la ceniza del suelo. Se sentó y paseó la mano por las tripas de las máquinas y en la segunda palpó un cilindro frío de metal. Retiró lentamente la mano y vio que era una Coca-Cola.

¿Qué es, papá?

Una chuchería. Para ti.

¿Qué es?

Ven. Siéntate.

Aflojó las correas de la mochila del chico y dejó la mochila en el suelo detrás de él y metió la uña del pulgar bajo el gancho de aluminio en la parte superior de la lata y la abrió. Acercó la nariz al discreto burbujeo que salía de la lata y luego se la pasó al chico. Toma, dijo.

El chico cogió la lata. Tiene burbujas, dijo.

Bebe.

El chico miró a su padre y luego inclinó la lata para beber. Se quedó allí sentado pensando en ello. Está muy rico, dijo.

Así es.

Toma un poco, papá.

Quiero que te la bebas tú.

Solo un poco.

Cogió la lata y dio un sorbo y se la devolvió. Bebe tú, dijo. Quedémonos aquí sentados un rato.

Es porque nunca más volveré a beber otra, ¿verdad?

Nunca más es mucho tiempo.

Vale, dijo el chico.