miércoles, 25 de mayo de 2011

BASES DEL XVII CERTAMEN DE RELATOS BREVES AMUSYD

    
     AMUSYD convoca un Certamen de Relatos Breves cuyo tema será libre.

1- Podrán concursar todas las mujeres residentes en la Región de Castilla-La Mancha mayores de 18 años. No podrán participar las ganadoras de los dos certámenes anteriores.

2- Las obras estarán escritas en lengua castellana.
    Originales e inéditas.
    Extensión máxima de 6 folios mecanografiados a doble espacio y por una sola cara.
    Cada autora podrá presentar un sólo relato, aportando el relato original y dos copias.

3- Para preservar el anonimato y la imparcialidad del jurado, las obras se presentarán bajo seudónimo acompañadas de un sobre cerrado con los datos de la autora,  fotocopia del DNI y teléfono de contacto.

4- El plazo de admisión de originales finalizará el 16 de junio de 2011 y se podrán presentar o enviar a  AMUSYD. 
    En el sobre se hará constar: "Para el Certamen de Relatos Breves AMUSYD"
    Los trabajos se remitirán a:

AMUSYD
Dionisio Guardiola, 43, 5º dcha.
 -02003 ALBACETE

Se podrán entregar en mano de lunes a jueves de 17:30 a 20:30 horas.
O por e-mail en formato PDF a:  amusyd@hotmail.com 

5- El jurado seleccionará los mejores trabajos, con los siguientes premios:
   
    Primer premio: dotado con 200 € y 100 € en cheque-libros.
    Segundo premio: dotado con 100 € y 50 € en cheque-libros.

6- Lo premios se fallarán el 30 de Junio de 2011, a las 19:00 horas, en el Centro Cultural del Ateneo de Albacete.

7- Las obras premiadas quedarán en poder de la Asociación, que se reservará el derecho de publicar aquellas que, a su juicio, lo merezcan. Sólo serán devueltas las obras no premiadas, que podrán retirarse por las concursantes en el plazo de 15 días a partir de la entrega del premio.

8- La participación de este certamen implica la total aceptación de las presentes bases.

AMUSYD

martes, 17 de mayo de 2011

La hija de Iman por Pepi

-Por favor, sea breve-dijo Imán-¡gitana corte deprisa! ¡Que yo ahuyentaré los demonios que se cuelguen del cabello de mi hija, no vayan a espantarle la razón! Agarre con fuerza la hoja. Que no le tiemblen las manos, vieja. No vaya a quebrar ni una brizna más de vida de la precisa. Y ¡no la mire a los ojos! Que nadie le dio ese derecho, no ve que se le han cobijado allí su dolor y el mío.
Imán sacudió su piel negra, como si quisiera desterrarle el color y empezó a cantarle bajito a su niña, suave, apenas traspasando los labios el arrullo, como cuando en las noches sin nubes, el viento la quería manchar y su madre la metía de nuevo en el interior de sus entrañas siempre tibias, para que no cogiese frio. Con su nana le abrazaba la quemazón, que hurgaba la parte más honda del vientre infantil. Su cuerpo era más frágil que nunca, diminuto, sus escasos ocho años no le habían dado para más.
-Mi luna chiquita- la voz se balanceaba mientras la vieja maniobraba en el interior de la nena- verás que todo terminará y mañana volverás a cavar agujeros en la tierra para jugar al mancala. Te recostaras al abrigo del árbol galol y él te regalará sus raíces cuando yo no esté. Y correrás tras el hýras hasta su madriguera y te burlaras de tu amiga Kizzy cuando ella no sea capaz.
Niña adorada: he leído en el humo, cuando quemamos la mirra en la hoguera, que serás feliz, que el viento te llevará lejos de aquí. Allá donde la lluvia no deja de caer.
-¡Maldita sea gitana!, ¿Acaso la cuchilla se durmió?- le gritaba ardiendo, al rostro arrugado- no ve que mi hija se revuelve, que se le escapa el alma de tanto llorar . Cosa de una vez, que ya le pagaron por ello.
Y la anciana movía sin ritmo las espinas de acacia horadando en la inmensa costura, rematando su espesa labor.
-Cariño de tu madre- Imán regresaba al canto- ya todo se va a pasar. Dicen que ahora no serás niña más. No les escuches. Algún día tu y yo traeremos flores amarillas del desierto y te envolveré con pañuelos de colores, de los que tú quieras, que decidas al menos una vez.
Ya verás- le sujetaba la frente preñada de sudor- te pintaré las manos con henna y mis lagrimas al despedirte serán el khol de tus ojos, porque te irás con él. No, no me protestes. Tú serás feliz, lo sé. Me lo ha dicho el humo ¿recuerdas?. Te prometo que no será el tuyo un novio de barba blanca, ni manos ajadas por el tiempo, las que te toquen, las que te recorran dueñas. Yo hablaré con el hombre santo para que te haga un amuleto con las letras del Corán escritas, lo coserás cerca de tu pecho y en verdad que te traerá un marido que te deje soñar, que te abrace y te haga hijos, que conozca eso que llaman amor.
La hija rota, ya solo ansiaba escarbar en la arena del desierto, para poderse esconder. Las niñas mayores le habían dicho que así sería limpia, deseada, dispuesta para varón. Que el día que la mujer nómada llegaba, tras el olor de hembras enteras, era tiempo de gozo, de desprenderse de los dinjs que acechaban a las jóvenes impuras. Ni entendió entonces ni lo hacía ahora, ella solamente quería escapar.
-Dése prisa vieja,- las palabras de Imán se volcaban de nuevo sobre el desastre-que no hay agua para lavar lo que ha hecho, no vaya a ser que aún se me emborronen los ojos, y recuerde que ayer y mañana, mi hija no tiene voz.
Las manos retorcidas la observaron con un gesto de vanidad, recogieron la cuchilla, manchada de sangre ajena, la metieron en la bolsa de cuero y buscaron en el aire caliente el rastro que nunca acababa.
Imán recostó a su niña a los pies del baobab, reclamando su consuelo de madera y abrazada al árbol se dio cuenta que aún no podía llorar.