domingo, 19 de julio de 2009

"DIEZ MANDAMIENTOS PARA ESCRIBIR CON ESTILO"



YA SÉ QUE A NADIE LA HACEN FALTA, PERO AHÍ VAN:

"Diez mandamientos para escribir con estilo"
Friedritch Nietzsche


1. Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.
2. El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.
3. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.
4. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.
5. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; También la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.
6. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.
7. El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.
8. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.
9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.
10. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

jueves, 2 de julio de 2009

LA BELLA DESCONOCIDA de ANA



Aún a riesgo de que me llaméis la eterna finalista os dejo este relato que ha quedado finalista, valga la redundancia en el I Premio de Relato Corto Katharsis 2008

Era una de esas mañanas plomizas de agosto en las que el calor se pega a la piel tapando cada uno de sus poros. No podía dormir, así que con la poca ropa que encontré compuse un atuendo sin sentido con el que me lancé a la calle. Comencé a caminar sin rumbo, atravesando las calles principales de mi ciudad que aquella mañana parecían estancadas en un pasado incierto. La vi al fondo de la calle principal, recortada sobre un fondo celeste y apoyada en una farola como una bella estatua cincelada en un trozo de mármol tan blanco como ella. Jamás había visto un ser más bello.
Me acerqué lentamente, temiendo romper con mi presencia el escenario que la rodeaba. No había más personas a nuestro alrededor y aunque era muy temprano para que las hubiera, no pude evitar sentir un cierto temor que me atrapaba y que a la vez me empujaba irremediablemente a su lado.
La luz que irradiaba era tan potente que marcaba una senda que yo instintivamente sabía que debía seguir.
Empecé a hacerlo como un ser sonámbulo al que le han arrebatado la razón, despacio porque deseaba disfrutar de cada instante, detenerme en cada paso, saborear los minutos, alargarlos hasta conformar una sinfonía de placeres infinitamente expandidos.
Ella no se movía de su pedestal desde el que parecía atraerme sin mirarme
Conforme avanzaba mis miedos e inseguridades fueron disipándose como volutas de humo esparcidas por el viento. Me sentía cada vez más liviano imbuido de una sensación de ligereza que nunca antes había conocido.
De pronto todo aquello que antes me estresaba y ocupaba mi cabeza y que incluso me impedía a veces dormir, fue devorado por la luz. Podía sentir los problemas desapareciendo de mi cabeza, como si un cirujano dotado de poderes mágicos los extrajera sin causarme daño alguno. Tuve ganas de reírme de ellos, vistos desde el prisma del que ahora podía vislumbrarlos distinguía su absoluta estupidez. Nada tenía realmente importancia ni las peleas con mi novia, ni el odio acusado con el que despreciaba a mi jefe ni aquella traición por la que había condenado al olvido una amistad que antes consideraba imposible de romper. Qué absurdo, qué absurdo todo, me dije, debo recordarlo.
Cada vez estaba más cerca y la hermosura aumentaba. Desde la distancia en la que ahora me hallaba podía distinguir como el blanco no era tan puro como yo pensaba sino que se descomponía en diversas tonalidades azules y ocres pero era tanta la potencia que todos juntos albergaban que se hacía imposible verlos si uno no se acercaba lo suficiente.

“Esto debe ser algo parecido a la felicidad” pensé.

Por fin ella se volvió hacia mí, realmente hermosura era un pobre adjetivo, no conocía suficientes palabras para describirla.
Tendió sus manos hacia mí, incitándome a acercarme a su lado. Sólo tendría que avanzar unos pasos más para refugiarme en sus cálidos brazos, para perderme en su inmensa albura. Pero había algo que aún me retenía, un débil hilo que tiraba de mí impidiéndome avanzar hacia mi destino. Debía romperlo aunque algo de mí se perdiera en el camino. Podría desprenderme de ello, de lo que fuera que no me permitía avanzar, sabía que podía.
Me volví hacia atrás con un gran esfuerzo pues al hacerlo me privaba de su visión y ello me producía un dolor muy intenso. Fui consciente de emitir un leve quejido cuando la cuerda finalmente se quebró. Al instante sentí volar ….

- Se fue, al final se ha ido… dijo con lágrimas en los ojos.
- Pero mírale es feliz, nunca le había visto tan sereno