Lo único que le importa es escuchar música en su coche cada día, siempre al atardecer, en el trayecto de vuelta a casa del trabajo . Durante unos minutos su pecho alberga alegría, ilusión y consuelo y las luces verdes de neón del corte inglés de su ciudad, vistas desde su coche y a lo lejos, le parecen cualquier cosa distinta siempre. Como así sucedió aquel trágico atardecer de septiembre del que vagamente recuerda una bicicleta verde o roja y la violencia con que salió del coche.
No ha tenido abogada y tampoco ha podido subirse a ningún estrado, mucho menos pagar una fianza pero cada día sueña desde el psiquiátrico con unos pezones duros y un poco de mermelada y como una marmota acumula reservas para el otoño.
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