Hace frío. Incluso puede que al finalizar el día termine nevando. Tengo lágrimas en los ojos y por toda la cara, pero no sé bien por qué lloro. Hay algo extraño a mi alrededor. No entiendo mi presencia en este lugar, tengo la impresión de no saber quien soy, incluso de no existir. ¿Y si sólo nos hallamos dentro de una mente retorcida que juega con nosotros a ser Dios?, ¿un Dios caprichoso y cruel?
Vivo sola rodeada de libros, libros que devoro sin apenas percibir el tiempo. Aunque el tiempo importa bien poco. Tengo algunos recuerdos, son de la infancia principalmente. Mi madre me abandonó cuando yo tenía 8 años y mi padre se casó un año más tarde con una viuda gorda y vulgar que más bien parecía una vigilante de una prisión antigua para mujeres. Recuerdo que mi padre me pegaba, y a mis dos hermanos también, mientras mi madrastra miraba la escena con una grotesca mueca de satisfacción. Y recuerdo, de una manera muy especial, un crimen cometido en mi barrio, un terrible crimen que me pilló muy de cerca. Encontraron muerta, estrangulada, a mi vecina Ángela Grande, “una joven promesa de las letras”, según comentaron los periódicos. Y nada más; mi vida se limita a ser fruto de unas vagas y confusas reminiscencias del pasado, que parecen haber sido instaladas por una mente oscura en algún rincón de mi cabeza.
En mi habitación, junto a la cama y sobre una mesita de noche, hay una botella de whisky medio vacía y un vaso medio lleno. Mi boca tiene el sabor amargo de quien ha bebido durante horas o incluso días. Aguardo la llegada de un ser anónimo, un ser tan inhumano como para tenerme encerrada durante…, no sé cuánto tiempo, ¿quizás una eternidad? Nunca le he visto la cara, sólo sé que es clave en mi vida, y que también lo será en mi muerte. Esta espera parece no tener fin, el día entero parece no terminar nunca y sin embargo algo en mi interior teme que finalice, no quiero que llegue mañana porque mi futuro se presenta huidizo como las ratas.
Debajo de la ventana hay una mesa y una silla. Encima de la mesa hay un montón de papeles escritos con una letra algo descuidada. Es mi letra. Creo que estoy escribiendo una novela y siento pánico porque no sé cómo continuarla. Todo está desordenado, sucio y la ventana únicamente contribuye a que la pálida luz que deja entrar a través de sus cristales muestre un lugar triste. Sí, aquí se respira tristeza.
He oído un ruido detrás de la puerta, unos pasos se aproximan. Me acerco a escuchar. Me aparto de golpe como si me hubiese dado una descarga eléctrica. Regreso a la ventana. No, corro otra vez hacia la puerta. Mi cuerpo tiembla, es el miedo que se adhiere a mí como una mortaja. No sé qué hacer, debo pensar pero no lo consigo, mi mente está seca o más bien inactiva, ¿quién decide por mí? Bebo un trago rápido y torpe de whisky que se me derrama por entre los labios. Más pasos golpean el suelo con ritmo lento y firme. Creo que estoy soñando, sí, eso es, me encuentro sumergida en una absurda pesadilla.
La puerta se abre de golpe. De repente, una mano poderosa e invisible me agita de un lado para otro, mi cuerpo está endeble, más bien es el cuerpo sin vida de una muñeca de trapo. Deseo salir corriendo pero alguien me lo impide y ese alguien no es la persona que ha abierto la puerta. Esta se trata de un hombre alto y corpulento, con la cara oculta tras una máscara de Spiderman, que se dirige hacia la mesa donde están los papeles. Los coge, les echa un rápido vistazo y los tira al suelo con desprecio.
-¡Esto es una mierda! No has escrito nada bueno desde hace un mes. ¡No vales para nada! –me grita.
Con horror veo cómo saca un trozo de cuerda. Lo miro inmóvil, la mano invisible me impide que reaccione. Con rapidez enrolla la cuerda alrededor de mi cuello. Aprieta, aprieta con todas sus fuerzas. Caigo al suelo sin aliento. Una cucaracha trepa hasta mi cara amoratada y la examina con curiosidad. Antes de que todo finalice, creo ver unos ojos gigantes y etéreos flotando en el aire. Y me observan impasibles.
Malena Castro, la gran escritora de éxito de novelas de suspense deja el bolígrafo sobre la mesa. Ya ha terminado el cuarto capítulo de su próximo libro. Trata sobre un asesino en serie de jóvenes escritoras. Cuarto capítulo, cuarta víctima. Mañana se lo dará a su secretaria para que lo pase al ordenador.
Vivo sola rodeada de libros, libros que devoro sin apenas percibir el tiempo. Aunque el tiempo importa bien poco. Tengo algunos recuerdos, son de la infancia principalmente. Mi madre me abandonó cuando yo tenía 8 años y mi padre se casó un año más tarde con una viuda gorda y vulgar que más bien parecía una vigilante de una prisión antigua para mujeres. Recuerdo que mi padre me pegaba, y a mis dos hermanos también, mientras mi madrastra miraba la escena con una grotesca mueca de satisfacción. Y recuerdo, de una manera muy especial, un crimen cometido en mi barrio, un terrible crimen que me pilló muy de cerca. Encontraron muerta, estrangulada, a mi vecina Ángela Grande, “una joven promesa de las letras”, según comentaron los periódicos. Y nada más; mi vida se limita a ser fruto de unas vagas y confusas reminiscencias del pasado, que parecen haber sido instaladas por una mente oscura en algún rincón de mi cabeza.
En mi habitación, junto a la cama y sobre una mesita de noche, hay una botella de whisky medio vacía y un vaso medio lleno. Mi boca tiene el sabor amargo de quien ha bebido durante horas o incluso días. Aguardo la llegada de un ser anónimo, un ser tan inhumano como para tenerme encerrada durante…, no sé cuánto tiempo, ¿quizás una eternidad? Nunca le he visto la cara, sólo sé que es clave en mi vida, y que también lo será en mi muerte. Esta espera parece no tener fin, el día entero parece no terminar nunca y sin embargo algo en mi interior teme que finalice, no quiero que llegue mañana porque mi futuro se presenta huidizo como las ratas.
Debajo de la ventana hay una mesa y una silla. Encima de la mesa hay un montón de papeles escritos con una letra algo descuidada. Es mi letra. Creo que estoy escribiendo una novela y siento pánico porque no sé cómo continuarla. Todo está desordenado, sucio y la ventana únicamente contribuye a que la pálida luz que deja entrar a través de sus cristales muestre un lugar triste. Sí, aquí se respira tristeza.
He oído un ruido detrás de la puerta, unos pasos se aproximan. Me acerco a escuchar. Me aparto de golpe como si me hubiese dado una descarga eléctrica. Regreso a la ventana. No, corro otra vez hacia la puerta. Mi cuerpo tiembla, es el miedo que se adhiere a mí como una mortaja. No sé qué hacer, debo pensar pero no lo consigo, mi mente está seca o más bien inactiva, ¿quién decide por mí? Bebo un trago rápido y torpe de whisky que se me derrama por entre los labios. Más pasos golpean el suelo con ritmo lento y firme. Creo que estoy soñando, sí, eso es, me encuentro sumergida en una absurda pesadilla.
La puerta se abre de golpe. De repente, una mano poderosa e invisible me agita de un lado para otro, mi cuerpo está endeble, más bien es el cuerpo sin vida de una muñeca de trapo. Deseo salir corriendo pero alguien me lo impide y ese alguien no es la persona que ha abierto la puerta. Esta se trata de un hombre alto y corpulento, con la cara oculta tras una máscara de Spiderman, que se dirige hacia la mesa donde están los papeles. Los coge, les echa un rápido vistazo y los tira al suelo con desprecio.
-¡Esto es una mierda! No has escrito nada bueno desde hace un mes. ¡No vales para nada! –me grita.
Con horror veo cómo saca un trozo de cuerda. Lo miro inmóvil, la mano invisible me impide que reaccione. Con rapidez enrolla la cuerda alrededor de mi cuello. Aprieta, aprieta con todas sus fuerzas. Caigo al suelo sin aliento. Una cucaracha trepa hasta mi cara amoratada y la examina con curiosidad. Antes de que todo finalice, creo ver unos ojos gigantes y etéreos flotando en el aire. Y me observan impasibles.
Malena Castro, la gran escritora de éxito de novelas de suspense deja el bolígrafo sobre la mesa. Ya ha terminado el cuarto capítulo de su próximo libro. Trata sobre un asesino en serie de jóvenes escritoras. Cuarto capítulo, cuarta víctima. Mañana se lo dará a su secretaria para que lo pase al ordenador.
2 comentarios :
¡Buena escritora de suspense!
Me gusta.
Ya veo que ha puesto la bolita del mundo... Un beso Alicia.
Es interesante la relación que establecemos con nuestros personajes. Marionetas en nuestras manos, su vida (y su muerte) a nuestra merced.
Aquí, en tu relato, es inquietante esa mirada enorrrrrme sobre el personaje.
¿Seremos eso, personajes de novela, ante el gran Dios?
Un beso. Toñi
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