ETÉREA Y TRANSPARENTE
Diana Disavoia Kuchta
La mañana era gris. El agua que había caído durante toda la noche permanecía en las aceras, en las grietas de los adoquines, en las hojas de los árboles. La Tienda apareció de repente al doblar la esquina, discreta, ocupando un pequeño chaflán hecho a su medida. El escaparate no daba demasiadas pistas del tesoro que ocultaba. Casi pasé de largo, no sé qué fue lo que atrajo mi atención. Más tarde pensé que la misma Tienda, toda ella y su tesoro, desprendía un magnetismo especial, al que era imposible sustraerse.
Me asomé tímidamente a su interior, como pidiendo permiso. Me recibió un dulce olor a papel viejo, a recuerdos, a incienso. Las Cantigas de Alfonso X sonaban en un moderno equipo de música, única concesión visible al paso del tiempo. En su interior una pared repleta de grabados, facsímiles y mapas decorando un lateral. Una enorme estantería de libros antiguos, nuevos y de ocasión completaban el resto. Las cortinas primorosas, sembradas de bordados y encajes, tamizaban la luz que caía sobre una vitrina con ediciones exclusivas encuadernadas en piel, otras en tela estampada con lomo y puntas en pergamino, un Quijote con grabados y láminas y algunas ediciones antiguas firmadas por el editor.
La tienda era pequeña; otra salita contigua completaba el muestrario de objetos intemporales, nada recargada, cada pieza colocada en el sitio apropiado. Libros de cocina, de viejas recetas artesanales, lacre, plumas, tinta y papel de carta.
En un rincón, frágil e irreal, una muchachilla de enormes ojos y piel trasparente me obsequió con una sonrisa. Descansaba un libro en su regazo. A partir de ese instante el tiempo se detuvo. Pude haber estado una hora dentro o dos días o quizás un año entero. Sentí que pertenecía a aquel lugar, que la pequeña butaca de madera que asomaba en un rincón era mía, que en alguna otra vida me había pertenecido, que yo había pasado largas horas sentado en ella tejiendo sueños e imaginándome un futuro lejano, absurdo e incomprensible. Sentí que todo aquello no me era ajeno, que su espíritu me había pertenecido. Miré a la joven del rincón que, sabedora de mis pensamientos, asintió sutilmente. Recorrió con su mirada el pequeño recinto y luego me bendijo con sus ojos brunos, desde la lejanía, desde aquel tiempo en el que ella y yo compartimos caricias y deseos. Cuando, antes de partir a la guerra, le prometí la inmortalidad juntos y ella lloraba rasgando tristemente las cuerdas del laúd. La joven etérea se había quedado en su rincón esperándome, esperando que la vieja butaca volviera a llenarse con mi presencia. Pero pasaron los años, los siglos y yo volví tarde. Equivocado el rumbo y equivocado el tiempo. Aunque no sé por qué extraña magia ella seguía allí, buscando en las viejas páginas del libro, y yo había vuelto. Me reconoció y la recuperé en un instante fútil, porque no podíamos rasgar la trama de la historia, sólo podíamos mirarnos con los ojos del pasado.
Cuando hube pagado el libro que decidí llevarme y una vez fuera, una bruma envolvió la Tienda suavizando sus contornos y opacando los colores. La muchacha de enormes ojos negros, ahora tristes, me saludó con una leve inclinación de cabeza. Nos despedimos nuevamente como aquella vez en la que le prometí regresar y pensé que quizás podríamos volver a coincidir en algún atajo del tiempo y encontrar nuevamente mi butaca que estaría allí, esperándome.
Diana Disavoia Kuchta
5 comentarios :
Hola Diana!!
Estaba poniendo unas fotos en el blog y he visto que estabas por aquí. He añadido el título a tu relato y le he puesto una etiqueta con tu nombre (espero que no te importe).
Y lo he releído, recordando cómo lo leiste el miércoles en la biblioteca.
La verdad es que es un relato evocador; me encantaría encontrarme con una biblioteca así y con un personaje igual que esta mujer de ojos oscuros. Lo he leído con placer.
Un beso. Toñi
Me ha gustado leerlo, un beso Alicia.
Muy bonito, se ve que a las dos nos va el misterio de los libros y los seres "distintos", me ha encantado.
Enhorabuena, Ana
Es un relato enigmatico,elegante(te lo dije el otro día), con una cadencia que me encanto. Un beso Pepi
Bonito mensaje fuerte. Nunca pensé que era tan fácil. respetos a usted!
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