martes, 14 de abril de 2009

EL JURAMENTO. Trinidad Alicia García Valero

EL JURAMENTO.

La sala del hotel estaba abarrotada de público, publico que venía por mí persona. Debía de estar orgullosa, era la escritora de moda, la más conocida de esta década. Los periodistas lanzaban sus flases, cuatro o cinco micrófonos en la mesa recogían mis palabras, mientras la pluma sujeta por una mano firme (la mía), no paraba de firmar libros. ¡En verdad era famosa! Nunca pensé que llegaría a serlo tanto, bueno nunca pensé que llegaría a serlo, la literatura es algo tan bello como difícil. Y mira por donde la suerte quiso sonreírme, o mejor dicho, reír conmigo. Andaba por el firmamento…
Una joven me acercó un libro tímidamente, quería que se lo firmara; y comento desviando la mirada, un tanto vergonzosa e insegura:_Yo, también escribo…_ y luego con una vehemencia impensada exclamó: _ ¡es maravilloso lo que usted ha conseguido! ¡Por un éxito así, vendería mi alma al diablo! _ Y bajando la voz _ (si lo hubiera…)
Me quedé mirándola, era morena y delgada y en sus ojos brillaba un fuego contenido. Le firmé el libro con una sonrisa pensativa y la seguí con la vista, hasta que desapareció entre la gente. Poco a poco el salón se iba quedando vacío. Encendí un pitillo y sentí como la mirada de esa chica me devolvía a un pasado no tan lejano y, más exactamente a un día concreto…
Bajé del tren arrastrando mi pesada maleta y rehuyendo los taxis (estaba sin blanca), fui a la parada de autobús más cercana. El frío intenso me azotaba la cara, era bastante tarde, las calles estaban desiertas y el viento se paseaba impune por ellas, él y yo, teníamos una vieja pugna y me daba la impresión de que, todos los vientos ( norte, sur, etc,) se habían puesto de acuerdo para atacarme. Aterida y sola en una noche negra que amenazaba tormenta, opté por sentarme en la esquina del banquito, bien arrebujada en mi viejo abrigo, a la espera del autobús. Temblaba de frío y miedo. Venia de Madrid, estaba intentando que me publicaran mi primer libro sin éxito, todo eran palabras, unas veces bonitas y otras no tanto, pero siempre el dichoso “vuelva mañana”, las editoriales usan las mismas palabras para los escritores humildes; yo, para ellos era nada y como tal me trataban. Estaba cansada, era tan tarde… Miré al cielo oscuro, unas nubes negras parecían abalanzarse sobre mí, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
Además del hambre y del frío que me acuciaban, no sabía cómo iban a recibirme en casa de la amiga a la que había acudido, para pasar la noche.
De repente algo desconocido me impulsó a levantarme; y lo hice casi de un salto.
Una luz en la negrura de las nubes, una sombra que se deslizó rápida y fugaz ante mis ojos, algo sinuoso que se adentró en mi mente, deslumbrada y asustada, con un desespero de años y sueños, me puse a gritar como una posesa:_ ¡ JURO _dije, con una voz desconocida, en un ataque de no sé, si locura_ QUE SI LOGRO ALCANZAR LA FAMA, MI ALMA SERÁ TUYA DIOS DE LAS TINIEBLAS! Un relámpago alumbró la escena seguido de un trueno terrible que prolongó su eco hacía el más allá. Empezó a llover con furia… Desperté por un pitido del autobús y subí en él, arrastrando mi maleta. Y aunque parezca increíble, a partir de ahí, empezaron a llamarme las editoriales, el libro que nunca aceptaron por más que lo mandaba a una y otra sin cesar, fue un gran éxito, todos los que escribía lo eran.
Se editaron con lujo. Los grandes medios: televisión, radio, periódicos y revistas del corazón, empezaron a disputarse mi presencia. Las editoriales estaban a mis pies.
Por supuesto, (y no creo engañarme), siempre he pensado que fue gracias a ese juramento y que por tanto; ya no tengo alma, la vendí a cambio de esta fama que adoro ¿porqué no decirlo? ¿Acaso puede valer un alma algo más que toda una vida de sueños hechos realidades? ¿Pueden vivir los sueños sin alma? ¡Que se yo! Soy feliz así, dependiendo de un agente que se lleva casi todas mis ganancias y de esos medios propagandísticos que, me hacen buscar vestidos lujosos y perfumes caros, además de poner siempre mi mejor sonrisa para ellos. Conseguí la fama ¿qué más puedo desear? Hoy, recordé esa noche especial. Casualidad o no, estoy en la cumbre de la ola. Y todo pasó, después de aquel maldito, o bendito juramento.
Esa muchacha, de ojos de fuego, ha hecho que vuelva a recrearme, en lo que nunca olvidaré; tal vez debería buscarla y aconsejarla y… bueno, si yo no tengo alma, ¡cada cual que se arregle como pueda! No quiero plantearme nada.
Mi agente me llama, retoco mis labios y enseñando mis bonitos dientes, con placer me uno a los demás.
Supongo que todo fue un ataque de nervios y que la realidad es que soy realmente
buena. Pero es una anécdota al menos curiosa que nadie creerá. ¡Algún día lo
escribiré!

3 comentarios :

Ana Sofía dijo...

Me encanta, ya me gustó mucho cuando lo leíste pero ahora al repasarlo yo me doy cuenta de detalles que antes no había visto. Me gusta Ana

Club de Escritura "La Biblioteca" dijo...

A mí me pasa igual que a Ana: al leerlo me fijo más en los detalles.

Me gusta ese guiño de maldad al final: le aconsejaría, pero como no tengo alma, que cada uno se apañe como pueda.

Muchos han vendido su alma por mucho menos que el éxito... pero en tu caso no necesitas venderla para demostrar que no te falta imaginación, palabras y oficio.

Besos. Toñi

Anónimo dijo...

Gracias chicas, un beso Alicia.