EL SUEÑO DEL CAMINANTE
Andaba por las calles; los pies descalzos pegados al pavimento, el abrigo pardo y viejo, y la mochila a la espalda llena de recuerdos. Amenazaba tormenta y buscaba un lugar para guarecerme; era muy tarde, vi un portal abierto y entré, me senté en un rincón y allí, arrebujado, me quedé adormecido. De alguna casa llegaba una bella melodía; no hacía mucho que en mis incursiones al Corte Inglés, buscando cobijo, entretenimiento y sobre todo música (porque he de decir que yo soy, fui y tal vez siga siendo un buen músico), la había oído: “Oh Paraíso” se llamaba, y a mí me transportaba al misterioso y espléndido país de la música, mi país.
Me sumerjo ahora en ella. Siento como acaricia la brisa mi frente entre sus notas. Me adentro por el murmullo suave de las frondas, y entre ellas aparece un bello animal, mitad ave mitad équido, lanzando al aíre sus alas e invitándome a subir en ellas. Me acomodo, feliz, y empieza a elevarse… Abajo los tejados, las luces prepotentes, las miserias… Entreveo los sueños montados en nubes vaporosas; alcanzo a las gaviotas; el mar encrespado alza sus olas al cielo, quiere cogerme pero yo sé muy bien que nunca podrá. Aunque confundidos en la raya del horizonte, ¡están tan lejanos como yo del mundo en éste momento! Un día, tal vez, caminaron por sendas paralelas, puede que en algún cruce del sendero cambiaran un tímido “hasta luego “y, cada cual su camino…
Mi lugar está allá, ¿sabes? en aquella estrella. Y subo y subo buscándola; me saludan luceros locos y aves transparentes; mi alma es ahora la cumbre, mi cuerpo es ligero; alzo las manos al cielo, danzan mis pies, que quieren ser majestuosos y se abre la música al viento… Soy una hoja ambulante, una pluma desprendida, soy un soplo de brisa, un sueño… soy una melodía.
El paisaje se torna inquieto y cambiante, se agita; el firmamento es púrpura y a lo lejos vislumbro oscuridad. Suena estridente y sin compás ahora la música. Se descompone en estrofas quebradas; tiemblan los astros y las olas se acercan… Las nubes se confunden y los pájaros huyen.… Todo se tambalea. Una lluvia espesa, un fuerte vendaval, un charco gris en el suelo. Pero yo, asido a sus plumas, asciendo veloz mientras ángeles blancos me rodean entre cantos celestiales. Brilla la estrella, mi destino, y vuelve suave la brisa, besan mis labios la punta de las alas de cristal, ya está más cerca el paraíso…
Tambaleante, me incorporo y salgo del portal. Sucio y mojado mí abrigo pardusco, miro al cielo mientras escupo y maldigo mi suerte; y entre el desespero y la ironía rompo a reír. Empiezo a caminar o, mejor dicho, sigo el camino pisando los charcos recientes. Por alguna ventana entreabierta, llega otra vez a mis oídos la dulce melodía.
4 comentarios :
Hola Alicia!!
Como ya sabes que soy la misteriosa dama que cada vez que sale La Voz arramblo con los ejemplares que me dan, pues ya había leído el relato nada más salir La Voz.
Recuerdo que corresponde al ejercicio que propuse hace tiempo sobre una canción y la verdad es que el tuyo salió muy bien.
Me gusta esa elevación mística del mendigo al escuchar la canción "O Paraíso", de Madredeus.
El miércoles próximo llevaré los ejemplares y en cuanto pueda cuelgo la imagen.
Un beso. Toñi
Si, es de un ejercicio propuesto en el club. Gracias dama misteriosa. Un beso Alicia.
Me gustó mucho cuando lo leíste en el club, pero ahora que vuelvo a leerlo, despacio, me gusta mucho más, es muy poético, mágico, y casi parece estar oyendose la música...
Diana
Me gusta la idea del mendigo evadiéndose a traves de la música de su miserable vida. Me gusta el escépticismo con el que contempla su propia miseria.
Arístides
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