jueves, 30 de junio de 2011

Entrega de premios AMUSYD 2011

Este jueves 30 de junio se han entregado los premios del XVII Certamen Literario AMUSYD en el Ateneo de Albacete. La única galardonada ha sido nuestra compañera Teresa. En la foto el momento en que la presidenta de AMUSYD, Ana Motos, y la concejala de Igualdad le entregan el premio. Os dejo algunas fotos en este enlace. 

¡¡Enhorabuena, Teresa!!

Un abrazo. Toñi.

miércoles, 25 de mayo de 2011

BASES DEL XVII CERTAMEN DE RELATOS BREVES AMUSYD

    
     AMUSYD convoca un Certamen de Relatos Breves cuyo tema será libre.

1- Podrán concursar todas las mujeres residentes en la Región de Castilla-La Mancha mayores de 18 años. No podrán participar las ganadoras de los dos certámenes anteriores.

2- Las obras estarán escritas en lengua castellana.
    Originales e inéditas.
    Extensión máxima de 6 folios mecanografiados a doble espacio y por una sola cara.
    Cada autora podrá presentar un sólo relato, aportando el relato original y dos copias.

3- Para preservar el anonimato y la imparcialidad del jurado, las obras se presentarán bajo seudónimo acompañadas de un sobre cerrado con los datos de la autora,  fotocopia del DNI y teléfono de contacto.

4- El plazo de admisión de originales finalizará el 16 de junio de 2011 y se podrán presentar o enviar a  AMUSYD. 
    En el sobre se hará constar: "Para el Certamen de Relatos Breves AMUSYD"
    Los trabajos se remitirán a:

AMUSYD
Dionisio Guardiola, 43, 5º dcha.
 -02003 ALBACETE

Se podrán entregar en mano de lunes a jueves de 17:30 a 20:30 horas.
O por e-mail en formato PDF a:  amusyd@hotmail.com 

5- El jurado seleccionará los mejores trabajos, con los siguientes premios:
   
    Primer premio: dotado con 200 € y 100 € en cheque-libros.
    Segundo premio: dotado con 100 € y 50 € en cheque-libros.

6- Lo premios se fallarán el 30 de Junio de 2011, a las 19:00 horas, en el Centro Cultural del Ateneo de Albacete.

7- Las obras premiadas quedarán en poder de la Asociación, que se reservará el derecho de publicar aquellas que, a su juicio, lo merezcan. Sólo serán devueltas las obras no premiadas, que podrán retirarse por las concursantes en el plazo de 15 días a partir de la entrega del premio.

8- La participación de este certamen implica la total aceptación de las presentes bases.

AMUSYD

martes, 17 de mayo de 2011

La hija de Iman por Pepi

-Por favor, sea breve-dijo Imán-¡gitana corte deprisa! ¡Que yo ahuyentaré los demonios que se cuelguen del cabello de mi hija, no vayan a espantarle la razón! Agarre con fuerza la hoja. Que no le tiemblen las manos, vieja. No vaya a quebrar ni una brizna más de vida de la precisa. Y ¡no la mire a los ojos! Que nadie le dio ese derecho, no ve que se le han cobijado allí su dolor y el mío.
Imán sacudió su piel negra, como si quisiera desterrarle el color y empezó a cantarle bajito a su niña, suave, apenas traspasando los labios el arrullo, como cuando en las noches sin nubes, el viento la quería manchar y su madre la metía de nuevo en el interior de sus entrañas siempre tibias, para que no cogiese frio. Con su nana le abrazaba la quemazón, que hurgaba la parte más honda del vientre infantil. Su cuerpo era más frágil que nunca, diminuto, sus escasos ocho años no le habían dado para más.
-Mi luna chiquita- la voz se balanceaba mientras la vieja maniobraba en el interior de la nena- verás que todo terminará y mañana volverás a cavar agujeros en la tierra para jugar al mancala. Te recostaras al abrigo del árbol galol y él te regalará sus raíces cuando yo no esté. Y correrás tras el hýras hasta su madriguera y te burlaras de tu amiga Kizzy cuando ella no sea capaz.
Niña adorada: he leído en el humo, cuando quemamos la mirra en la hoguera, que serás feliz, que el viento te llevará lejos de aquí. Allá donde la lluvia no deja de caer.
-¡Maldita sea gitana!, ¿Acaso la cuchilla se durmió?- le gritaba ardiendo, al rostro arrugado- no ve que mi hija se revuelve, que se le escapa el alma de tanto llorar . Cosa de una vez, que ya le pagaron por ello.
Y la anciana movía sin ritmo las espinas de acacia horadando en la inmensa costura, rematando su espesa labor.
-Cariño de tu madre- Imán regresaba al canto- ya todo se va a pasar. Dicen que ahora no serás niña más. No les escuches. Algún día tu y yo traeremos flores amarillas del desierto y te envolveré con pañuelos de colores, de los que tú quieras, que decidas al menos una vez.
Ya verás- le sujetaba la frente preñada de sudor- te pintaré las manos con henna y mis lagrimas al despedirte serán el khol de tus ojos, porque te irás con él. No, no me protestes. Tú serás feliz, lo sé. Me lo ha dicho el humo ¿recuerdas?. Te prometo que no será el tuyo un novio de barba blanca, ni manos ajadas por el tiempo, las que te toquen, las que te recorran dueñas. Yo hablaré con el hombre santo para que te haga un amuleto con las letras del Corán escritas, lo coserás cerca de tu pecho y en verdad que te traerá un marido que te deje soñar, que te abrace y te haga hijos, que conozca eso que llaman amor.
La hija rota, ya solo ansiaba escarbar en la arena del desierto, para poderse esconder. Las niñas mayores le habían dicho que así sería limpia, deseada, dispuesta para varón. Que el día que la mujer nómada llegaba, tras el olor de hembras enteras, era tiempo de gozo, de desprenderse de los dinjs que acechaban a las jóvenes impuras. Ni entendió entonces ni lo hacía ahora, ella solamente quería escapar.
-Dése prisa vieja,- las palabras de Imán se volcaban de nuevo sobre el desastre-que no hay agua para lavar lo que ha hecho, no vaya a ser que aún se me emborronen los ojos, y recuerde que ayer y mañana, mi hija no tiene voz.
Las manos retorcidas la observaron con un gesto de vanidad, recogieron la cuchilla, manchada de sangre ajena, la metieron en la bolsa de cuero y buscaron en el aire caliente el rastro que nunca acababa.
Imán recostó a su niña a los pies del baobab, reclamando su consuelo de madera y abrazada al árbol se dio cuenta que aún no podía llorar.

viernes, 15 de abril de 2011

PRESENTACIÓN DE "EL LLANTO DE LA VIEJA HILDA Y OTROS RELATOS", DE MIGUEL ÁNGEL MOLINA



Ayer, 14 de Abril, acompañamos a nuestro amigo y compañero Miguel Ángel Molina en la presentación de su libro "El llanto de la vieja Hilda y otros relatos" en la librería Popular. 

Fue un acto sencillo, entreñable y muy concurrido, con la presencia de muchas caras amigas. La presentación corrió a cargo de nuestra querida Rosa Villada y del editor Ángel Aguilar. Después Toñi nos leyó uno de los cuentos que integran el libro y para finalizar el propio Miguel Ángel nos leyó el fragmento de otro de ellos (el resto corre por parte de los lectores). 

Le deseamos la mejor suerte del mundo y que éste tan solo sea el primero de una larga lista de éxitos.

Enhorabuena, Miguel Ángel.

jueves, 24 de marzo de 2011

MUSLOS DE TRUENO (Diana)





He leído recientemente que se han descubierto en EEUU los restos fósiles de un brontosaurio emparentado con los diplodocus cuya principal característica es el tamaño de sus patas. Creen los expertos que este animal, apodado “muslos de trueno” y desaparecido en el cretácico inferior, utilizaba sus poderosas patas como arma para defenderse de los depredadores.

Una servidora, lectora apasionada de artículos científicos, se sintió sumamente sorprendida con el bombo que se dio a la noticia. Entiendo que, para los científicos de bata blanca, sumergidos en profundas excavaciones o en sus asépticos laboratorios, esta noticia les sorprenda. Yo creo que se debe a que tienen muy poco contacto con la realidad que les rodea. Si miraran con un poco más de atención se darían cuenta de que no se trata de una especie extinguida, nada más lejos de la realidad. Con que se detuvieran en las noticias que nos inundan a diario, descubrirían que estos dinosaurios, con poderosas patas, que atacan a sus enemigos a patadas, no han desaparecido de la faz de la tierra, antes bien, están más vivos que nunca.

No hay más que observar a nuestros políticos en plena pre campaña electoral, cómo se hacen un hueco en la sabana política y cómo, haciendo gala de una musculatura excepcional, apartan sin piedad al oponente, sin importarles si los dejan mal heridos, mutilados o muertos de muerte política. Lo realmente curioso del caso, y ésto sí que alguien debería estudiarlo, es que estos especímenes moribundos renacen con más bríos y se incorporan de nuevo al ruedo para ejercitar, una vez más, el juego de dar patadas a todo el que se interponga en su camino, y así, en un círculo sin fin, en una danza bestial (de bestias) hasta dejar agonizante a la ciudadanía, que no acierta a descubrir de dónde vendrá la próxima coz y a qué órgano vital lesionará, si a los salarios, a los servicios básicos o al intelecto del ciudadano de a pié que ya no atina a levantarse después de semejante andanada de golpes bajos.

La paleontología, ciencia que estudia el pasado de la vida sobre la tierra, debería ampliar su mirada y detenerse en la nueva fauna política, heredera de las bestias depredadoras que habitaron nuestro planeta. El único dato que aporta algo de esperanza es el hecho de que aquellos monstruos se extinguieron, no debemos desesperar y confiar en que algún cataclismo ciudadano los borre nuevamente de la tierra. Algún cataclismo, como por ejemplo no acudir a votar en las próximas elecciones o en su defecto, votar en blanco. Así, tal vez, se mueran de inanición.


domingo, 13 de marzo de 2011

CARTA EMOCIONADA


Nunca pensé que el verte, me iba a producir tal satisfacción, te aseguro, que si lo hubiera sabido, te habría buscado antes. Tanto tiempo de sufrimientos y ahora, nos encontramos frente a frente. Tú, yo, y tú mujer.
Ha sido extraordinario ver ese rostro que tanto soñé, atiborrado y mofletudo, eso si, los ojos son los de siempre, de sapo, como toda la vida, aunque ya ni conservan la malicia. Y ese cuerpo rumboso… ¡Ay que cuerpo! Supongo que las juergas se te habrán acortado, no quiero decir que ya no sirvas, ya me entiendes… pero con esa tripa cervecera que imagino sin ropa, ¡me repele pensarlo! Aunque al mismo tiempo me congratula. Me has mirado con ojos de nostalgia, no dudo que tu mirada la pueda expresar claro, pero, ¡estabas patético! Me diste pena, mucha pena…
Te cogiste del brazo de tú compañera y echándome una última mirada empezaste a caminar, ibas renqueante, supongo que la reuma ya no te deja correr, la verdad es que correr nunca ha sido lo tuyo, más bien subirte a la barra del bar y tomar whisky, sobre whisky, eso si, mostrándole al camarero el buen fajo de billetes que llevabas, no fueran a pensarse que eras uno de esos andrajosos que beben sin tener con que pagar.
Vestías según tú costumbre de los domingos: chándal azul eléctrico y botines de piel negros, sin olvidar, la riñonera esa, donde sueles meter los móviles y los cuartos, aparte de algunos tornillos, que no dudo te falten. La verdad, me entusiasmó tú presencia, tan digamos, ¿anormal? Te colocaste las eternas gafas negras, (eso también sigue igual), y me saludaste jubiloso mientras exclamabas, “que eso era lo tuyo”. Chico, son cosas de la personalidad…
Sin querer, por supuesto, me fijé también en tú compañera; ¡vaya foca con anteojos! Con esas piernas que apenas le llegan al suelo, tan rellenitas y ese cuerpo que Dios no ha podido darle. Me gustaron mucho los horquillitas de colores que adornan su mata de pelo y el vestido corto y blanco, que deja ver sus rollizos muslos, muy apropiado si, sobre todo para montar en moto, esa pobre moto que sufrirá tanto como lo hice yo en pasados años. (Por diferentes motivos claro), al tener que soportar el enorme peso de vuestros hermosos cuerpos. Me encantó ver como os encaramabais los dos en ella, ¡desdichada motocicleta!

El final fue apoteósico, con el gorro calado y los cortos perniles enrollados en los pedales, parecíais talmente dos hormigas atómicas, (con perdón para las hormigas) aunque ya cascadas, naturalmente.

En fin, que estoy muy contenta de volverte a ver; y no sé si mandarte estas letras o colgarlas en Internet con nombre, apellidos y dirección, por si alguien tiene la curiosidad de conocerte.

Que seas muy feliz y sigas, bueno, sigáis, tan divinos…

Tú ex amante.


Download La Hormiga Atómica (100Wx158H)

jueves, 10 de marzo de 2011

"LA MISMA FUNCIÓN", Teresa Sandoval

Docenas de veces, cien o mil, quizás,  te he visto repetir ese gesto a lo largo de los años. Ése, ése mismo que haces ahora. Como preámbulo, has estando antes dando vueltas por la habitación igual que un animal enjaulado, con los hombros curvados hacia delante,  intentando cultivar la estética del que se dispone a ejecutar un acto sublime para el que no puede esperar,  y precipita su cuerpo,  adelante, progresivamente un poco más adelante a cada paso.  Te has mesado los cabellos, algo que también proporciona a la escena un imponderable dramatismo. He de reconocer que estás guapo, así, despeinado, más despeinado aún de lo habitual, que encajas de lleno en la imagen de escritor maldito, con barba de unos cuantos días,  medio desnudo, y despeinado, sí, con el flequillo de cualquier manera, como si no te importase, aunque sé que a cada vuelta buscas tu imagen en el espejo de la cómoda, y de refilón te recreas en ti mismo, en tu belleza engrandecida por el momento. Yo te observo con el dudoso privilegio de ser siempre  la única espectadora. 

Al principio yo participaba también del espectáculo. Cuántas veces me he visto reflejada contigo en el espejo, yo menos sublime que tú, yo también desgreñada, pero de una manera fortuita, grosera, cuando en el forcejeo mi coleta quedaba deshecha, mientras me agarraba a ti,  tirando de tu cuerpo para anclarte a la vida, a mí, a mi vida, con la cara surcada de lágrimas, roja por el esfuerzo y por la angustia, y por el pánico. Eso era al principio; hasta que me cansé de participar. Ahora observo la función desde la puerta, o desde la cama los días en los que los que recurres a la sesión de noche.  Como ahora.  Ya apenas me inmuto,  aunque debo de reconocer que sigue arrebatándome tanta belleza. La verborrea sin pausas de las primeras veces hoy da paso al silencio, a algunos gemidos roncos que se escapan de tu garganta mientras caminas en círculos. Me miras, de vez en cuando, en tu mirada brillante veo que pides mi participación aunque hace tiempo sabes que ya no cuentas conmigo, que me aburro. 

Luego unos segundos de calma artificiosa. Te detienes. Respiras hondo y abres las puertas del balcón. Te encaramas a la barandilla con un movimiento rápido y sacas medio cuerpo fuera. Miras la calle, viejo panorama conocido. Cierras los ojos unos instantes. Sopesas la vida.  Y luego de nuevo te agotas. De pronto piensas que morir es un trabajo agotador, más agotador que intentar escribir algo, más que buscar cada día entre las páginas de un periódico un trabajo aburrido que nunca estará a tu altura.  Y prefieres volver a cruzar el límite. Retrocedes  esta vez con más miedo, con más precaución y saltas dentro de nuevo, acabando con el misticismo de la escena,  y las cosas vuelven a ser grises, asfixiantes. 

Hay días en los que en ese momento me entran las ganas de llorar. Entonces, cuando todo ha terminado otra vez, para empezar de nuevo cualquier otro día, después de esos arrebatos en los que lloras y desparramas los folios y libros por el suelo del apartamento dejándolo como si fuera un bosque de árboles caducos e inútiles. Pienso en lo fácil que sería acabar con la escena de una vez por todas dándole a tu epopeya el final que se merece. Pienso, ¿por qué no  hoy? … Una colaboración extraordinaria: un ligero empujón, un abrazo negro que culmine tu obra con la grandeza  que te mereces.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El alma




"Dedicado a aquellas personas que luchan para que más allá del hombre o la mujer, existan los seres humanos”.


                               EL ALMA  por PEPI GONZÁLEZ


            Mujer acostumbrada a vivir sin alma, eso decían ayer, ni tú, ni las de tu estirpe. Eva o Lilith ¿Qué más da? Agazapados el cuerpo y la razón tras los visillos deshilachados de tus enaguas. Te adiestraron para crecer allí, pero a poco que se descuiden hasta aprenderás a hablar.
            Será que regresa a ti si lo reclamas, el vigor de tus hermanas de la Piedra, mansos matriarcados arropados con pieles a la luz de la hoguera, nigromantes, hechiceras que sanan y ven más allá del principio, cuando en la tierra el vientre y la semilla caminaban a la par.
            Desde entonces te paseas por el orbe, te disfrazas con mil caras, pero todas son la misma. Así lo dicen sus senos. Y llega Lisístrata sin sexo, arengando a las esposas de Atenas, hasta conseguir que desarmados y tiernos regresen los hombres a sus regazos.
            Hipatia coronando el ágora sin recelo, descifrando los astros, el cálculo y el entendimiento. Hembra sangrante cada mes, pero nunca impura, acaudillando la verdad que despojada de toda discordia alimenta el saber.
            Egeria, primera viajera poniendo distancia entre celo de hombre y ambición, se engalana con su peregrinar.
            Y cabalgas presurosa por el tiempo, se deshacen las épocas y tú continúas allí, mujer, siempre mujer, sin renunciar a tu rango.
            Llega Juana con sus tropas;  Juana Inés reclamando al claustro su soledad, para beberse la mudez de sus libros; Hélen Kéller, desterrando la ceguera de los que no quieren ver; Curie devorando enseñanzas en la clandestinidad pretenciosa, antes de desgranar la ciencia y obsequiarla a los que han de nacer; Campoamor soñando el voto. Teresa siempre; Rigoberta extendiendo bálsamo a los derechos quebrados.
            Eres todas y solo una, hijas de la misma entraña, porque si un pecho rezuma leche y amor, sus caricias saben igual.
            Y hoy, ahora susurras a gritos.
            -¡Sombras, sois solo sombras, bajo la cárcel negra del chador, del golpe o la mentira!.
            Y quisieras dormirte en barbecho, cuando el amo sin rostro alza la mano a tu hermana y si se cansa de oírla, la convierte en victima sin número del rencor.
            Pero despiertas de nuevo mujer, siempre despiertas, le rebanas horas a la vida y te alimentas con ellas, porque sabes que en el fondo siempre te quedará, el alma que te negaron, para continuar.

martes, 8 de marzo de 2011

Un último uso (Paula)




Todo comenzó de manera casual, casi sin darse cuenta y fue con un frasco de colonia. Todos sabemos lo que ocurre con estos aerosoles modernos, que se empeñan en dejarse las últimas gotas dentro del bote. Y como ella siempre fue una mujer ahorrativa, y le molestaba tirar las cosas sin haberlas aprovechado lo suficiente, siguió guardando el frasco antiguo, que además tenía un diseño original, dentro del armario. 
Aun después de haber comprado uno nuevo, y haber empezado a usarlo a diario, de vez en cuando apretaba, y si lograba darle la inclinación correcta, siempre conseguía que saliera algo más de líquido, así que volvía a guardarlo de nuevo en el armario hasta una siguiente ocasión.
Lo mismo le ocurría con el desodorante, que cuando lo agitaba siempre sonaba aprovechable, al menos por una vez más. Y como al fin y al cabo era delgado y tampoco estorbaba mucho, ahí se quedaba en la estantería apurando su vida útil.
Lo siguiente fue el tubo de la pasta de dientes. Descubrió que siempre salía un poquito más si lo arrugaba lo suficiente. Además, bien plegado ocupaba poco espacio, de modo que en cada cepillado se las ingeniaba para exprimir una pizca más del tubo viejo. Frotaba con el cepillo, arañaba con las púas en el interior, aunque luego tuviera que completar la superficie a costa del tubo nuevo. Pero siempre salía un poco más, y nunca se decidía a tirarlo a la basura, porque temía desperdiciar una valiosa porción de dentífrico.
Comenzó a colocar el champú boca abajo y aunque odiaba la costumbre de llenar el bote con agua, porque luego, al ducharse salía fría y le resultaba muy desagradable, lo cierto es que los apuraba y los apuraba hasta que parecía imposible que pudiese salir algo más que aire de aquellos plásticos. Pero ella inflaba y desinflaba, los hacía silbar con una pasión desmesurada, los sacudía con fuerza y al mirar adentro, a través del pequeño agujero, siempre parecía que quedara algo dentro, entre los recovecos del tapón, de modo que los guardaba en algún rincón de la estantería para poder seguir aprovechándolos.
De un día para otro, su manía se trasladó a la cocina. Pronto comenzó a guardar botes semivacíos de aceite, de miel, maldecía el diseño poco práctico de los tarros del cacao, que no le permitían apurar los últimos polvos. El ketchup, la mayonesa y la mostaza siempre estaban boca abajo. Y parecían tan interminables como las cremas de manos o el maquillaje.
Empezó a acumular envases casi agotados por todos los rincones de la casa. Con su metódico orden, ni siquiera se daba cuenta de la magnitud de su obsesión, pero en cada armario, en cada estante y en cada cajón, aparecían varios envases del mismo producto en distintos niveles de aprovechamiento, de los que le resultaba imposible deshacerse, y a los que siempre acababa por encontrarles un pellizco más de utilidad.
Una mañana, mientras introducía la uña del dedo meñique en lo que algún día había podido ser una barra de labios, se miró al espejo y observó, justo detrás de su imagen, algo que la dejó trastocada durante el resto de la mañana. El armario entreabierto estaba lleno de tubos, botes, frascos, tarros redondos, grandes y pequeños, de diferentes formas. Un colorido arsenal de plástico y vidrio tan vacío y tan absurdo como su propia vida.
Entonces lo comprendió todo. Lo suyo no era espíritu práctico, ni tampoco una obsesión por el ahorro, sino más bien una necesidad ansiosa de llenar espacios. Aun a costa de rodearse de objetos inútiles.
Le dio tanta pereza hacer limpieza, que optó por poner la casa en venta, tomar un avión, y soltar todo el lastre de golpe.
Así, sin pensarlo mucho, no fuera a encontrarse con algo a lo que pudiese darle un último uso.

lunes, 7 de marzo de 2011

HOMBRE QUE MIRA A OTRO HOMBRE QUE MIRA (Mario Benedetti)


Diana



Repites la rutina de todas las noches: le lees un cuento al pequeño, das un beso y arropas al mayor y ojeas un rato el periódico. Aquí suele haber algunas pequeñas variaciones. Hay noches, no muchas, dos o tres veces al mes, en que haces el amor con tu mujer, sin demasiada pasión, sin demasiados preámbulos; cuando eso ocurre, te quedas inmediatamente dormido.

La mayoría de las noches, en cambio, después de acostar a los niños y leer un rato el periódico, enciendes el televisor. No prestas demasiada atención a los programas es, en realidad, el mensaje tácito que diriges a tu mujer, para indicarle que ya no seguirás escuchando su cháchara aburrida, rutinaria, quejosa. Ella, al cabo, se retira resignada con un casto beso en la mejilla y la recomendación de no acostarte muy tarde porque tienes que madrugar.

Entonces es cuando te sientes vivo de verdad. Te recreas en el ritual: cierras las cortinas del salón pero no totalmente, dejas unos diez centímetros entre paño y paño, acercas el sillón a la ventana, colocas la caja en la mesilla que queda a tu derecha, la abres ceremoniosamente, tomas con delicadeza los prismáticos y barres los edificios al alcance de tu vista. Te detienes en cada una de las ventanas iluminadas, contemplando la intimidad de los vecinos.

Y entonces me ves, mirándote a través de mis prismáticos, descubierto en mi propia intimidad.

miércoles, 16 de febrero de 2011

UNA PAREJA DE TRES
 (Diana)








Alex y yo habíamos llegado a ser una pareja casi normal, aunque solamente llevábamos saliendo un año, ocho meses y catorce días. Me gustaba llevar la cuenta del tiempo que había pasado desde que abandoné la muelle vida que tenía para sumergirme en las oscuras profundidades de la pasión que nos arrastraba. El hecho de que Alex estuviera casado era para mí un problema. Éramos una pareja de tres, aunque Sonia, su mujer, ignoraba este detalle. Sonia… me gustaba pensar en ella por su nombre; no quería escamotearle la identidad de esposa engañada, ya me sentía bastante ruin acostándome con su marido como para no tener el detalle de nombrarla.

Llevábamos unos pocos mese viéndonos a escondidas cuando le pedí a Alex ver alguna foto de Sonia. Necesitaba ponerle cara al nombre, saber qué mirada tenía, cómo era su sonrisa. Necesitaba pensar en ella como la persona real que era, existente entre su marido y yo. Tuvimos nuestra primera pelea de amantes. Alex no comprendía mi curiosidad, tachándola de malsana, aunque no era morbo lo que me motivaba sino una necesidad fundamental, de saber en qué terreno me movía, qué lugar ocupaba en su vida, cómo repartía sus sentimientos entre las dos mujeres. Finalmente cedió, como casi siempre. Me enseñó una foto pequeña, de carnet, que llevaba en la cartera. Más tarde le pedí ver las fotos de sus últimas vacaciones en la playa. Me gustó descubrirla, ahuyentar la sombra de un fantasma sin rostro. Vi a una mujer bonita, con una mirada limpia y un gesto reposado. A partir de entonces no pude apartar su cara de mi mente, su presencia se instaló entre nosotros de forma permanente, yo la sentía en cada momento, aunque no la nombráramos ella estaba siempre entre nosotros.

Casi al año de estar juntos le pedí que me hablara de ella. No me conformaba con ver su rostro en un conjunto de fotos. Quería conocer sus costumbres, sus miedos, qué comida le gustaba, dónde compraba sus zapatos, qué libros leía. Después de una nueva discusión, Alex cedió. Empecé a frecuentar los mismos lugares que ella, me apunté a su gimnasio, cambié de peluquería y me hice un corte de pelo similar al suyo. Fui reemplazando mi vestuario, adoptando un estilo más formal, menos desenfadado y me puse a dieta. Adopté la costumbre de merodear por su barrio, no tenía intención de encontrarme con Sonia, sólo quería pisar las mismas baldosas de las aceras, entrar en las tiendas de los alrededores e imaginarme qué compraría Quería respirar el mismo aire que ella.

El día que le pedí que me contara cómo hacía el amor con Sonia tuvimos una bronca de enormes proporciones. Se negó a darme los detalles que le pedía, alegó respeto a su intimidad, aunque desmonté sus escrúpulos con un par de argumentos bien desarrollados y eché mano de las estrategias que siempre me funcionaban. Y Alex, nuevamente, cedió a mi presión. Me describió una vida sexual muy distinta a la que tenía conmigo, más reposada, con menos pasión que la nuestra pero con una complicidad que nosotros no habíamos logrado aún; la nuestra era clandestina, culposa, rodeada de sentimientos contradictorios, envuelta siempre en una bruma opaca. A partir de ese día nuestra sexualidad cambió, fue algo imperceptible, pero yo lo noté. Evité tocar el tema con Alex aunque estoy segura que él también percibió una sutil transformación.

La última noche que estuvimos juntos, mientras cenábamos en mi casa, me dijo que le había contado a Sonia nuestra relación y que le había pedido el divorcio. Quiso hablarme de los detalles pero me negué. Le pedí que se marchara, que recogiera sus cosas y no volviera nunca más. No podía consentirle la crueldad de apartar a Sonia de mi vida.


martes, 15 de febrero de 2011

EL SIN SANGRE

_¡No quiero verte más, eres un sin sangre!
Ése fue el detonante. Me dolió, pero la comprendí.
El último día que me hicieron uno de esos rutinarios análisis, la enfermera me dijo, después de pincharme varias veces:
_¡Vaya a reponer fuerzas, no sale ni gota!
Es que yo soy así, apocadito, tímido, poca cosa. Todo el mundo me dice lo que tengo que hacer, hasta lo que debo pensar. Se me van las horas paseando la plaza con los ojos bajos, siempre entre dudas. Creo, aunque puedo equivocarme, que todo empezó desde pequeño. Mamá me reprochaba que era un flojo, me comparaba con mi padre y mis hermanos.
_Fíjate en ellos _remachaba_, no han terminado un trabajo, cuando ya están buscando otro, y tan estudiosos… Somos pobres pero con dignidad.
 Continuamente, día tras día. Y yo, que nací perezoso cómo un gato de angora, con los años me convertí en lo que soy, un vago, afirma mi madre. Me refugié en las ideas, hice gala de un espíritu rebelde, me negué en redondo a estudiar y a buscar trabajo, ¡que trabajaran mis hermanos! Yo iba para político.
Empecé a reunirme con unos amigos los jueves en un local; hablábamos de cosas, sobre todo de eso, de política; teníamos las ideas muy claras, pero el mundo está hecho como está hecho y nuestras charlas no iban a cambiarlo. Terminamos por jugar unas partiditas a las cartas, tocar la guitarra de vez en cuando y echar unos porrillos.
Así fue pasando mi vida, hasta que la encontré a ella. Su aíre bohemio me hizo suspirar, me enamoré como un borrego. Esa dejadez, esos ojos lánguidos, siempre vestida de negro, sin nada que le importase. Éramos dos almas gemelas, la media naranja, que se dice.
Nos fuimos a vivir juntos. Todo era tan hermoso, cantábamos hasta el amanecer, callábamos justo en el momento en que el vecino empezaba a vociferar y llamaba a la policía. Nos bañábamos en las fuentes públicas, a la luz de la luna (no teníamos ducha). Por supuesto, ninguno de los dos trabajaba. Un día, robe unas flores para ella, se puso contenta e hicimos el amor. Al día siguiente, me dijo que le robara una pulsera en la joyería de enfrente, lo hice, no se por qué, tenía cierta habilidad para esas cosas, a ella le gustaban mucho las joyas. Robé un par de veces más, pero me cansé, y pese a que los pedidos de Julia iban en aumento, por una vez, me negué en redondo. Entonces ella dijo la famosa frase:
_¡Se acabó, eres un sin sangre!
Y se fue. Yo seguí allí, tumbado en la cama. Comía, bebía, fumaba defecaba… La porquería se iba acumulando y acumulando. Creo que los vecinos llamaron a los de medio ambiente. Entraron con mascarillas y la recogieron. A mí me llevaron a un hospital, aunque yo, ya no era yo, lo dije bien claro, no tenía sangre y mi cuerpo se había integrado en la maraña de mugre que cubría el cuarto, era un despojo más, les animé a que me llevaran al camión de la basura, que esperaba en la puerta y me incineraran, o reciclaran, mezclado con ella. Les propuse que preguntaran a la enfermera del centro de salud, seguro que lo confirmaría.
Julia tenia razón, y mi madre. Soy un “sin sangre” y sin ella, no se puede vivir… pero se empeñaron y me trajeron a este sanatorio lleno de locos, donde me hacen un análisis tras otro. Estoy cansado. Se lo repito a la enfermera, ella, ríe tontamente y saca la jeringa, le inserta la aguja y me hace extender el brazo_. ¡Apriete el puño! _Dice_, lo aprieto, pincha y no sale ni gota…

_ ¿Ya le has puesto el tranquilizante? ¡Menos mal!_ Oigo entre sueños a su compañera_ Siempre diciendo que es un residuo más de la inmundicia, que no tiene sangre… ¡El más loco de Las Tiesas!

Cuando salen, Julia entra por la ventana, como siempre, de negro. Y de la negrura de su entrepierna, saca un recogedor y una gran bolsa, sin esfuerzo, me introduce en ella y con la misma facilidad, la arroja por la ventana. Al momento, siento el dulce traqueteo del camión de la basura.


viernes, 28 de enero de 2011

EL ASESINO DE ÁNGELES

El inspector Ríos no tenía costumbre de levantarse tan tarde y mucho menos con tal cantidad de lagunas en su mente. Normalmente era una persona metódica que no pasaba nada por alto, y que llevaba una vida extremadamente ordenada, sobretodo desde la muerte de su esposa unos años antes, que le había vuelto todo su mundo del revés. Por eso, aquél exceso nocturno había sido tan extraño para él. La primera vez en mucho tiempo que se había visto seducido por una mujer hermosa y que había roto su norma de no ingerir alcohol. A pesar de ello se sentía especialmente liviano aquella mañana, confuso pero ligero. Un parpadeo rojo en su radio le hizo tomar conciencia de la realidad, aunque era su día libre normalmente nunca apagaba el contacto con su trabajo, no había muchas cosas más en su vida que aquel maldito empleo, al menos hasta ahora, pensó.


Algo grave debía de haber ocurrido porque varias llamadas de emergencia pugnaban por ser escuchadas al tiempo. Otro asesinato, pensó con hastío. Llevaba más tiempo del que quería recordar persiguiendo a aquel asesino, su traslado a su ciudad de nacimiento se debía en parte aquellos hechos que traían de cabeza a la policía. Su enorme experiencia en asesinos en serie había sido el aval que necesitaba para un cambio que era a todas luces esencial para continuar con su vida, puesto que si no lo hacía era consciente de que su equilibrio mental estaba en serio peligro, no podía soportar el vacío de su esposa en lugares compartidos, simplemente su mente racional no era capaz de aceptar esa ausencia. En este nuevo entorno con recuerdos anteriores a su vida compartida se encontraba algo mejor, y lo de anoche quizá era el comienzo de un cambio definitivo. En la nueva comisaría había sido recibido con los brazos abiertos, era la salvación que el Comisario Megía esperaba, su última oportunidad de no acabar su carrera con un sonoro fracaso. Por ello, aceptaba sus rarezas y hasta aleccionaba a sus hombres a seguir al pie de la letra los consejos del inspector. Sin embargo, hasta el momento había fracasado.

Era su día libre pero aún así se dirigió al lugar del crimen. Todo estaba correctamente identificado y señalizado, haciendo un perfecto cuadrado alrededor del lugar del crimen, el cuerpo no se apreciaba ya que estaba cubierto con una extensa tienda de campaña blanca que abarcaba un área grande para que no se perdiera ninguna pista importante, además de preservar la identidad del fallecido. La gente que con curiosidad se agolpaba a su alrededor no podía ver nada. A un lado de la carpa, frente a una furgoneta policial, sus agentes de forma seria y profesional estaban interrogando a los posibles testigos. Se sintió plenamente orgulloso del trabajo que se estaba realizando, todo perfecto, según sus instrucciones.

Se caló la gorra para no ser reconocido y poder aproximarse con sigilo para observar la escena desde más cerca, disimuladamente le enseñó la acreditación a un joven policía de otra comisaría que le dejó pasar sin problemas. Atravesó la sábana blanca y por fin pudo ver el cuerpo, le era muy familiar la forma en la que estaba colocado, con lo brazos y las manos completamente extendidas, por ello la prensa le había apodado “el asesino de ángeles”, muy americano eso de poner apodos a los asesinos, pensó.

Al acercarse más, aún sin verle la cara pudo reconocer que aquella persona le resultaba extrañamente conocida, aunque la muerte por asesinato teñía a los cadáveres de una expresión de horror e irrealidad que los asemejaba a todos, esta figurada alargada y desgarbada le traía recuerdos. Alguna vez había pensado en la posibilidad de que al volver a una ciudad pequeña en la que todos se conocían, era posible que alguna víctima fuera conocida suya, pero secretamente había deseado que aquello no ocurriera. La posibilidad de encontrarse ahora en esta tesitura le hizo sentirse incómodo, pero su profesionalidad se impuso y con paso lento pero seguro se aproximó. Unos ojos vidriosos exentos de vida le miraban fijos desde el cuerpo, inmediatamente los reconoció.

Se dio media vuelta y por primera vez reparó en los semblantes aterrados de sus agentes. Por fin había resuelto el caso, ciertamente una asesina muy hermosa.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz Año Nuevo

Desde el Club de Escritura "La Biblioteca" os deseamos un Feliz Año Nuevo.

En 2011 volvemos con más historias, más ejercicios y más propuestas.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Mi versión del ejercicio rápido

Yo también he intentado el ejercicio. Esto es lo que ha salido:



El día de la diáspora, con el desánimo en los gestos y una enorme tristeza en la garganta, recogió sus cuatro objetos más queridos y cerró la puerta al límite del llanto. 
Así finalizaba su interminable lucha por defender los derechos de su gente. Una lucha tan estéril como dura, que le había agotado el ánimo, y lo había dejado perplejo tantas veces.
En su mente quedaba gravada la imagen de aquel hombre, irrumpiendo orgulloso como un pavo real en su tienda, con el insulto en la boca, con la amenaza, y el desprecio. 
Nadie vendría a llevárselo en mitad de la noche. Se marchaba a plena luz del día, con el roce del llanto en los ojos, con el pelo ocultándole las lágrimas, con el dolor tejido nudo a nudo entre sus hombros.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ejercicio de escritura rápida, 15 de diciembre.

El viaje me había encantado, pude ver perplejo, como el  pavo real  extendía su cola maravillosa. Pavoneándose, al compás del viento.
Aunque a ratos se hizo interminable.
Recuerdo la subida de la montaña, cuando conseguida la cima, me derrumbé al límite de mis fuerzas, sudando desde la punta de los pies, hasta el pelo.
Me asustó mucho el zumbido de las abejas. Un hermoso lago me salvó. Corrí a él, aún así, con evidente asco, saqué una de mi boca.
El sol era muy fuerte, estaba quemado. El sólo roce del aíre me lastimaba y el  tejido de mí camisa, me hacía rabiar.
De pronto, me sentí un diáspora.

Ejercicio de Escritura Rápida del 15/XII (Teresa)

Este es el resultado de mi ejercicio. Fue divertido y conseguí encajar todas las palabras, aunque los resultados sean más que dudosos... 

"La diáspora del pavo real se produjo justo cuando el reloj de la cocina marcaba la hora límite para ir preparando el asado navideño. Todos luchamos con él durante un rato interminable. Mi padre soltaba mil maldiciones por su boca. Mi madre en la lucha se había soltado el pelo y el tejido de su blusa aparecía impregnado de grandes manchas de sudor.

El abuelo  nos observaba a todos desde su sillón con la impasiblidad de los últimos meses. Si no hubiésemos estado tan ocupados, nos hubiéramos dado cuenta de que sus ojos parecían animados por un brillo jovial  que nos habría dejado a todos perplejos. Por eso, nos pilló desprevenidos la rapidez de reflejos de su cuerpo vegetal para alcanzar la escopeta de caza y lanzar un disparo contra la pieza. Sentí como el roce de la bala se llevaba por delante parte del lóbulo de mi oreja. Por unos instantes la escena se paralizó como si de un extraño Christma se tratase. El pavo cayó fulminado. Una muerte inútil después de todo. Aquella noche nadie quiso cenar. "

viernes, 17 de diciembre de 2010

Escritura rápida

En la reunión del club de escritura del dia 15 hicimos un ejercicio de escritura rápida basado en uno que propone Silvia Adela Kohan en su libro: "Taller de escritura. El método", editado por Alba Editorial.

Se trata de escribir un cuento, poema o texto incluyendo las siguientes palabras:

PERPLEJO - PAVO REAL - BOCA - DIÁSPORA - LÍMITE - PELO - ROCE - INTERMINABLE - TEJIDO

Los ejercicios que salieron fueron muy interesantes. Os animamos a todos a que participeis, como simple ejercicio de creatividad. Y a los compañeros que lo hicieron les pido desde aquí que lo publiquen en este espacio. Si nuestros lectores lo publican en el apartado de COMENTARIOS, también lo publicaremos.

Un saludo para todos. Toñi

jueves, 16 de diciembre de 2010

LUCES DE COLORES. Tercer premio de Relatos Solidarios de Médicos Mundi

Las luces se encendían y apagaban, deslumbrantes, atrayentes. Las calles eran un ir y venir de gente que hacía las últimas compras.
  Risas, voces, anuncios luminosos y coloristas por doquier. Navidad, esa dulce y trágica palabra que nos acerca una vez al año a los humanos.
  Tras el escaparate, la mujer reía ostentosamente, mientras miraba de forma inocente los anuncios de la televisión. No los oía pero la belleza y dulzura de los mensajes no necesitaban sonidos. Exhibía Aurelia su boca desdentada al reír, sus broncas carcajadas no parecían tener final. Algunos la miraban, extrañados. ¿Estaría loca? Eso sería, una indigente loca en Navidad... Alguien le dio una limosna; Aurelia dio las gracias y, cogiendo el carrito que siempre llevaba con ella, empezó a caminar. El suelo estaba mojado y resbaladizo por el hielo. Estiró mecánicamente el punto de su único guante y apresuró el paso. Empezaba a nevar.
  Se había puesto las mejores prendas de abrigo que encontró en los contenedores (sus tiendas de moda). Una chaqueta encima de otra y una especie de toquilla que le cubría la espalda y casi la cabeza. Tenía los hombros hundidos y unos ojos brillantes, que miraban con miedo debajo del gorro de lana. ¿Su edad? indescifrable. Protegía los pies con unas viejas y toscas botas, que rellenaba de papel de periódico por dos razones: una, para evitar la humedad, y dos, porque le estaban muy grandes.
  Un perrillo asomó la cabeza y la mujer, rápidamente, lo metió para adentro del carro con la mano enguantada. Dos guardias que pasaban se pararon a mirarla. Ella pensaba en los anuncios. ¡Qué bonitos! ¡qué de colores! Cuántas cosas buenas... y ella allí, sin nada.
  Esta noche iría a un cajero a dormir, se decía, estaban abiertos y al menos no se mojaba, aunque una no dejaba de llevarse sustos. Tal vez mañana, seguía pensando, Noche Buena, se acercaría al albergue; algo calentito para comer y una cama, mejor que el cajero. Luego volvería a su libertad, el albergue era una guerra...
  Sacó del bolsillo unas monedas y contó. ¡Vaya, si podía tomar un café! Estaba al lado de la cafetería por la que pasaba siempre y nunca se atrevió a entrar, pero era Navidad, la gente es más buena y comprensiva estos días, se dijo.
  Se acercó a la barra. La camarera la revisó de arriba abajo, había desconfianza en su mirada. Aurelia puso el dinero en el mostrador.
  _Quiero un café muy caliente _dijo con timidez.
  La muchacha volvió a mirarla de la misma forma.
  _Se lo toma rápido y se marcha _le advirtió.
  Al sentir el calor y el olorcillo a café, el perro asomó la cabeza. La muchacha se escandalizó.
  _¿Cómo se le ocurre? ¡Aquí no se permiten perros! Ya me parecía a mí que… ¡FUERA!
  Aunque asustada, no pudo Aurelia dejar de mirar a la señora de al lado que, bien vestida, tomaba su café mientras acariciaba a un perrito que descansaba en su falda. Estaba guapo con ese lazo rojo, pensó Aurelia, tragando el suyo a punto de abrasarse la garganta, en cuanto pudiera, le iba a poner uno a su perro. Y cogiendo el carrito salió corriendo de allí.
  ¡Malditos señoritingos! _dijo entre dientes, empujando hacia dentro la cabeza del animal con la mano libre.
  Marchó a la Plaza Mayor. Allí, en el banco de siempre, esperaría a que el reloj del ayuntamiento diera las doce. Podría dormir en él, pero descarta la idea: hace demasiado frío y seguramente le pasaría como a Luis, su amigo, que se quedó congelado, ahora hace un año. ¡Pobre Luis, ya no verá más las luces de colores!
  Gime el perrillo, Aurelia lo coge en sus brazos con cariño, es su mejor amigo. Los dos tienen hambre; rebusca la mujer en el carro y saca un trozo de carne seca, una barra de pan, dos tomates y una manzana; dispone cena para dos. La gente mira al pasar... No, Aurelia no está contenta con esta vida, ¿quién iba a estarlo? Desea un trabajo digno para vivir, pero todos le dan de lado. Ni iglesia, ni gobierno quieren saber nada, mucho hablar y hablar… ¿Los amigos? En estos casos no existen. Pero sigue en la brecha, como puede. También ella tuvo una vida diferente. Pero cambió, dio una de sus vueltas y la dejó aquí. Y aquí estaba, compartiendo pan y tomate con su perro. Otros comerían turrón y pavo.
  Da la carne seca al animal y, con hambre, le entra al pan y al tomate. Después de la cena se queda mirando al cielo, la manzana en la mano y el perrillo durmiendo en su regazo. Brillan las estrellas y luce la plaza sus mejores galas, bajo los ramilletes de luces de colores. El reloj da las doce. La plaza se ha quedado desierta, de los balcones cuelgan guirnaldas navideñas. Estarían tan calentitos en casa… Arrecia el frío, es la hora de buscar un cajero. Y se duerme, con los ojos llenitos de cielo, apenas unos minutos. El cansancio la ha vencido, justo el tiempo de quedarse helada. Un brusco traqueteo en el hombro la despierta. Tiene mucho frío.
   _¡Venga, no puede quedarse aquí! _oye como de lejos. Es el municipal de guardia.
  Las piernas acolchadas se niegan a sostenerla, se coloca el guante, agarra el asa del destartalado carro y marcha rumbo al cajero, mientras grita: ¡MALDITA NAVIDAD Y MALDITAS LUCES DE COLORES!

jueves, 2 de diciembre de 2010

Propuesta para el 15 de diciembre

El próximo 15 de diciembre me toca coordinar y esta es mi propuesta:


Hace un mes leímos en el club de lectura La Tertulia el libro: La Carretera, de Cormac McCarthy. El argumento, a grandes rasgos, es el siguiente: "En un paisaje devastado un hombre y su hijo viajan al sur para escapar del duro invierno. La civilización ha desaparecido y el hombre es un lobo para el hombre. La supervivencia es casi imposible."

Es el libro y el estilo que más me ha impactado de los libros que he leído en este año. Me gusta mucho. Echadle un vistazo a las frases. Mirad los diálogos, la economía del lenguaje y su precisión.

Todo un reto copiarlo ¿verdad?

Pues nada, a ver qué nos sale.

Y como muestra, un botón:

A las afueras de la ciudad llegaron a un supermercado. Varios coches viejos en un aparcamiento sembrado de desperdicios. Dejaron allí el carrito y recorrieron los sucios pasillos. En la sección de alimentación encontraron en el fondo de los cajones unas cuantas judías verdes y lo que parecían haber sido albaricoques, convertidos desde hacía tiempo en arrugadas efigies de sí mismos. El chico le seguía. Salieron por la puerta de atrás de la tienda. En el callejón unos cuantos carritos, todos muy oxidados. Volvieron a pasar por la tienda buscando otro carrito pero no había ninguno más. Junto a la puerta había dos máquinas de refrescos que alguien había volcado y abierto con una palanca. Monedas esparcidas por la ceniza del suelo. Se sentó y paseó la mano por las tripas de las máquinas y en la segunda palpó un cilindro frío de metal. Retiró lentamente la mano y vio que era una Coca-Cola.

¿Qué es, papá?

Una chuchería. Para ti.

¿Qué es?

Ven. Siéntate.

Aflojó las correas de la mochila del chico y dejó la mochila en el suelo detrás de él y metió la uña del pulgar bajo el gancho de aluminio en la parte superior de la lata y la abrió. Acercó la nariz al discreto burbujeo que salía de la lata y luego se la pasó al chico. Toma, dijo.

El chico cogió la lata. Tiene burbujas, dijo.

Bebe.

El chico miró a su padre y luego inclinó la lata para beber. Se quedó allí sentado pensando en ello. Está muy rico, dijo.

Así es.

Toma un poco, papá.

Quiero que te la bebas tú.

Solo un poco.

Cogió la lata y dio un sorbo y se la devolvió. Bebe tú, dijo. Quedémonos aquí sentados un rato.

Es porque nunca más volveré a beber otra, ¿verdad?

Nunca más es mucho tiempo.

Vale, dijo el chico.