miércoles, 11 de marzo de 2009
LA OTRA ORILLA (Ana)
Otra versión del genial cuento
Una vez más me he vuelto a dar de bruces contra el muro de tu indiferencia. Hoy incluso llegué a gritarte que un día me lanzaría al río y ni siquiera eso te hizo reaccionar. Te dije que me iría a los muelles, que me arrojaría al Sena, pero mis amenazas sólo sirvieron para mecer tu sueño, para acunarte lentamente como un niño acostumbrado al sonido del pecho de su madre. Te has dormido con el eco de mi sufrimiento. ¿Eso es para ti mi dolor?, un lecho en el que perderse lentamente, ¿Eso son para ti mis palabras?, un sonido que de tan cotidiano deja de tener significado.
Me he acurrucado a tu lado llorando, sintiendo el peso de mi angustia, mojando las sábanas blancas que remueves en tu sueño, esperando que llegue una nueva mañana... o quizá deseando que no lo haga.
Estoy cansada de que mis palabras crezcan al ritmo de tu desprecio, me agota gastar saliva con explicaciones que no sirven de nada. A veces me siento como una actriz de una película mala que nadie ve, un ser invisible.
He dado tantas vueltas en esta habitación intentando hacerte entender, he gastado tantas frases calmadas, altaneras, conciliadoras, enfadadas, tantas, que ya me siento cansada y vencida..
Te has girado en la cama e incluso creo que te has dormido, o al menos mantienes los ojos cerrados para que yo me consuma en mi dolor para castigarme y que me hunda aún más ante el mayor menosprecio que se puede hacer a una mujer, la indiferencia.
Me he marchado dando un portazo y supongo que ni eso te ha alterado, habrás seguido balanceándote en sueños, sonriendo en ellos como si fueras feliz, quizás pensando en otra mujer.
Vuelvo a la cama con la cara marcada y empapada de tristeza, me acuesto a tu lado esperando recibir un abrazo, parece que sigues dormido. De pronto siento que empiezas a reaccionar. En la oscuridad de la alcoba no alcanzo a ver la expresión de tu cara ni siquiera se si estás dormido o despierto. Me relajo mientras tus dedos me acarician el cuello, parece que por fin te has dado cuenta, un rayo de esperanza se abre paso en mi interior hasta que sujetas mis brazos contra las sábanas, me remuevo debajo de ti, me niego con todas mis fuerzas pero me doblegas con violencia, ni siquiera abres los ojos para verme, no te interesa ya leer mi rostro. Me pliegas como los juncos de la orilla, mis brazos se quiebran y me atraviesas sin contemplación. Una tristeza inmensa me embarga y se me desparrama por el cuerpo.
El agua parece calmada, siento como me llama a su lado, me ofrece unos brazos en los que guarecerme y descansar al fin. Quizá no sea tan malo acabar sobre el agua, desnuda, con los ojos bien abiertos.
¿Todavía duermes?
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4 comentarios :
Me gusta mucho tu versión del cuento. Me pareció muy original que lo enfocaras desde el lado de ella (la pobre mujer también se merecía ser escuchada). El penúltimo párrafo, en el que describes tantos sentimientos encontrados en tan poco sitio me parece muy bueno.
Me parece interesante hacerlo desde el lado de la mujer. Me gusta la versión que has hecho. Alicia
Coincido con las demás en que está muy bien que la mujer pueda dar su versión (en el cuento de Cortázar queda ciertamente muy mal parada). Y me gusta esa última pregunta que dejas en el aire no sin cierta ironía. Gracia
Me gusta que en este caso sea la voz de ella la que escuchemos. Como dice Gracia, en el cuento ella nos parece una histérica (pobrecito él, que tiene que aguantarla ... pobrecito él) y sin embargo aquí se hace más evidente el desgaste de la pareja y sobre todo la rabia que siente ella ante la indiferencia. Muy bueno lo de la indiferencia, es cierto, es un desprecio terrible.
Me gusta el final, el último párrafo, la forma en que ella acepta la muerte.
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