Cuando comencé a sospechar que existía una inexplicable relación entre los hechos narrados en mi novela y la realidad, un escalofrío recorrió mi cuerpo todavía incrédulo. Y sin embargo, cada tarde, al sentarme frente al papel vencía mis escrúpulos y me dejaba llevar por la fascinación macabra de ponerme al servicio del verdugo, permitiéndole cometer sus crueles fechorías de manera impune mientras la lista de las mujeres asesinadas iba aumentando.
Día a día los remordimientos fueron restando satisfacción al placer de ver prosperar mi obra, pero como el impulso de escribir era demasiado poderoso para reprimirlo, decidí seguir jugando y dar otra vuelta de tuerca; así creé otro personaje, un vengador justiciero al margen de la ley que acabaría con el criminal. Después aguardé a comprobar el efecto de mi maniobra a través de los noticiarios. Dos días después apareció el cuerpo del asesino decapitado en un callejón de la ciudad. No obstante este hecho no acabó con mi angustia. Supe que el ángel vengador no estaba satisfecho, que el próximo en morir sería el ser que dio vida al monstruo. Y no quiero, estoy aterrado, pero siento tanta necesidad de escribir esta noche…
3 comentarios :
Menos mal que el asesino ha sido abatido por el vengador ... si no, tendría que ir pensando en otro color para el pelo.
Un buen cuento, Teresa.
Jaja.Puedes estar tranquila, el asesino ya está controlado. No quisiera yo ser la responsable de que te vuelvas una rubia peligrosa a estas alturas.
Muchas gracias por tu comentario.
Me parece interesante.
Alicia
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