martes, 20 de noviembre de 2007

Papá Nöel (Relato de Diana Disavoia)

Según los votos recibidos, el relato de Diana, con cuatro votos, ha resultado el ganador de la reunión del día 07/11. Aquí lo tenéis.
PAPÁ NOEL

Marta, tumbada en la cama, mira con los ojos llenos de deseo a Jorge, desnudo de cintura para abajo y con una botella de cava medio vacía en la mano. Ella luce el picardías morado que se compró en las rebajas y que desequilibró la economía familiar del mes. Las medias y los ligueros, que ahora yacen en el suelo, a los pies de la cama, los conservaba desde el día de su boda. Ambos están achispados, con ese punto que da una buena cena y un vino exquisito. Marta se ocupó de todo, no descuidó detalle, unos canapés para empezar, cazuela de gulas, según una receta que le pasó su hermana, la tradicional pechuga de pavo rellena y de postre, helado de vainilla con salsa de menta, velas y música romántica. Llevaba mucho tiempo esperando la ocasión de jugar con su fantasía, aunque ahora, llegado el momento, una pequeña mota de culpa empaña el encuentro. Cuando le hizo la propuesta a Jorge, él se mostró encantado, disfrutó de los preparativos como un adolescente encendido. Ahora, tumbada en la cama, con su picardías morado, Marta decide no permitirle a su conciencia enturbiar el instante y se concentra en la barba de Jorge, tan erótica, tan provocadora. Se imagina su tacto, levemente áspero, recorriéndole el cuerpo. Levanta una pierna lentamente y sitúa el pié a la altura del pecho del hombre, éste, con los reflejos un poco lentos por el alcohol, sonríe divertido y vierte unas gotas de cava en el empeine que se deslizan por la pierna hasta el muslo y resbalan hacia la parte interior, casi rozando las ingles. Marta se estremece de placer. Sin embargo se siente traidora, sabe que este momento delicioso ha sido obtenido con engaño. A Jorge no parece afectarle y le sigue el juego, da un pequeño sorbo a la botella y se atusa el bigote con ojos pícaros. Marta se dice que ya no hay vuelta atrás y que no merece la pena malograr ese momento tan deseado. Le costó muchas promesas lograr que los niños se fueran temprano a la cama, muchas mentiras para aplacar sus protestas. En el último instante estuvo a punto de claudicar al verles la carita de decepción con que le dieron el beso de buenas noches. Vuelve a ahuyentar los pensamientos y se concentra en Jorge que ha llegado a la altura de la rodilla lamiendo el cava vertido. Hacía mucho tiempo que no se permitía algún capricho, el trabajo, los niños, las obligaciones cotidianas la absorbían casi por completo. Ésta vez contó con la complicidad de su madre que le ayudó a buscar una excusa creíble para librarse de la cena de Nochebuena con sus suegros. Fue también ella la que explicó a los niños que este año Papá Noel había tenido demasiado trabajo y no había podido pasar personalmente a dejar los regalos y que por eso se los traía ella. Marta no podía dejar de pensar que les había robado una noche especial. Allí, tumbada en la cama, con su picardías morado, observa a su marido, desnudo de cintura para abajo, concentrado en el caminito de líquido burbujeante que se desliza por su pierna y que le conduce directo hacia sus ingles, decide entonces que el engaño ya no se puede deshacer y se concentra en la barba de Jorge, algo áspera, blanca, tapándole casi toda la cara, en las espesas cejas algodonosas, en el gorro y en la chaqueta de paño rojo con enormes botones blancos, se concentra en la abultada barriga con relleno de gomaespuma y piensa que esta versión de Papá Noel no era para los niños.

3 comentarios :

Club de Escritura "La Biblioteca" dijo...

Muy bueno, Diana. Esto sí que es pasar una "noche buena". Un besito. Toñi

Anónimo dijo...

es muy bueno, Diana. La verdad.

Anónimo dijo...

la de antes he sido yo, Nieves. Que se me ha olvidado poner el nombre. Nieves.