Érase una vez un rey y una reina que después de sopesar durante muchos años los pros y los contras se animaron por fin a tener descendencia. Una vez consumado el hecho y tras los nueve meses de rigor la alegría llegó al reino en forma de bella princesita. Los padres, decidieron hacer gala de toda la pompa de la corte y organizaron un ostentoso bautizo. Invitaron a toda la gente que pintaba algo en la sociedad del momento, especialmente a las hadas, que siempre dan mucho empaque a los festejos, aunque tuvieron un olvido tan celebre que sería recordado por los siglos de los siglos. Ninguno de los dos orgullosos padres recordó a una pariente lejana y cascarrabias con fama de aguafiestas. Y lo que sucedió durante la fiesta todo el mundo lo sabe: la pariente ofendida se presentó en mitad de la celebración y el inocente bebé sufrió su frustración en forma de épico maleficio: la princesa, estaría a condenada a morir a la edad de 16 años, al pincharse con un huso. Afortunadamente una de las hadas madrinas, que todavía no había entregado ningún don a la niña, logró cambiar esta maldición por un largo sueño del cual sería despertada por un príncipe. No obstante, para e vitar la desgracia el rey ordenó retirar todas las ruecas de la Corte a un lugar secreto.
Fueron pasando los años, y la princesa creció sana y fuerte aunque con una tendencia preocupante a la pereza, y a la Reina no había quien le quitase de cabeza que se debía a algunos efectos incontrolados del maleficio, porque lo cierto es que la niña era una real holgazana y tareas tan simples como el aseo personal o los juegos de palacio que se organizaban en su honor le parecían un martirio. Y entretanto la princesa se convirtió en adolescente y fue entonces cuando por fin alcanzó a descifrar aquella leyenda urbana sobre el encantamiento maldito que pesaba sobre su cabeza y que a pesar del tiempo transcurrido aún corría de boca en boca.
Ella no sabía lo que era un huso, porque como ya hemos dicho los reyes habían restringido su empleo en la corte, pero venciendo su natural holgazanería realizó una serie de pesquisas que la llevaron a descubrir un sótano clandestino donde se amontonaban docenas de personajes de color amarillo y ojos rasgados, (ella tampoco sabía aún lo que era un chino), manejando con pericia y rapidez las ruecas de donde salían los ricos tejidos con los que se confeccionaban los trajes para la Corte. La princesa, una vez vencida la primera impresión, se acercó decidida a una de las agujas de la rueca y sin dudarlo ni un instante se pinchó en el dedo, porque lo que ella deseaba desde hacía tiempo y con todas sus fuerzas, era dormir por fin un sueño profundo del que nadie pudiera despertarla. Y así ocurrió, la joven quedó inmediatamente vencida por el hechizo, pero con tal gesto de felicidad en su rostro que era increíble pensar que se trataba de la víctima de un maleficio.
El Rey y la Reina cuando se enteraron de lo ocurrido se sintieron muy tristes, aunque en cierto modo un poco aliviados también, ya que de pronto se vieron libres de la carga de estar constantemente regañando a la princesa o repitiéndole mil veces lo que tenía que hacer antes de que lo hiciera, y cuando un hada compasiva les dio la opción de dormir a todo el reino para evitar sufrimientos innecesarios, rehusaron la bienintencionada oferta y disfrutaron de la libertad de esta versión singular del síndrome de nido vacío pero lleno. Y así vivieron felices, y comieron perdices durante muchos, muchos años, hasta que llegó el día en el que se sintieron demasiado mayores y pensaron que había llegado la hora de pensar en la descendencia real.
El Rey entonces mandó un mensajero a todos los reinos con príncipes casaderos, ofreciendo nada menos que el trono al galán capaz de despertar y deposar a su hija. Y el príncipe Azul, conocido en todos los cuentos por ser el más trepa y rápido de reflejos, se presentó en el Reino impaciente por romper el hechizo de la Bella y de paso asegurarse la Corona. Así fue como con mucho protocolo el Príncipe se acercó hasta el lecho donde se encontraba la joven y la besó en los labios. Fue un momento dulce, en el que el tiempo pareció detenerse en la Corte, mientras los padres en primer término y tras ellos el resto de los personajes principales del feudo, contemplaban arrobados la consumación del encantamiento. La Princesa bostezó, larga y profundamente, y cuando abrió los ojos y comprendió lo que había ocurrido al ver la cara del Príncipe tan cerca de la suya, le propinó tal bofetada que espantó a las aves del bosque y a los pretendientes que habían ido llegando tras aquél, esperando la oportunidad de probar suerte.
Desde ese día ningún otro pretendiente osó acercarse al Reino de la Bella Ex - durmiente, ya que las noticias corrieron como la pólvora, y pronto fue conocido por todos el carácter huraño y violento de la princesa, que tras la sobredosis de letargo comenzó a sufrir de un profundo insomnio que la sumía en la mayor de las desdichas. Y cuenta la leyenda que desde entonces no hizo sino vagar de un lugar a otro del mundo en busca de otro alma caritativa que le impusiera otro maleficio.
2 comentarios :
La pobrecilla, era un poco guarreta y encima con mal genio. Que no por ser princesa debe ser perfecta...
Me ha gustado. Un beso Alicia.
Muy divertida tu versión de la bella durmiente. Y qué mal genio se gastaba, la tía.
La foto está muy bien escogida para ilustrar la historia.
Me ha gustado mucho (todo)
Se la leeré a Víctor cuando empiece a interesarse por las chicas ... para que sepa la que se espera ;-)
Un beso.
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