jueves, 11 de marzo de 2010

Otro cuento infantil.

EL NIÑO CAMALEÓN por Pepi.

¡Hola! Me llamo Quino, tengo ocho años y hasta anteayer soñaba con ser de mayor, camaleón. Me pasaba desde hace mucho tiempo, lo menos tres meses. Desde que la “seño” Luisa, la que nos da “Cono”, nos llevó al zoo de excursión. Desde entonces lo soñaba de día, de noche y a veces hasta por la tarde, apretando mucho los ojos y la boca para que se me pusiera cara de tener auténticas ganas de ser como los bichos esos. Bueno de que me saliera cola o de tener la lengua tan larga no, que seguro que para comer ”chuches” debe ser muy latoso, sobre todo que se te quede ahí pegajosa toda con los chetoos que son los más pringosos. No, lo que yo quería era cambiar de color. Veréis que aún no lo he contado. Yo es que además de ocho años, tengo el pelo naranja, no un poco rojito no, es como si llevase plantada en mitad de la cabeza una bombona de butano. Mi madre dice que es herencia de la abuela Flori. Pero claro ella hace trampa porque cuando por la raya de en medio del “coco” le empieza a salir el color dichoso, se planta una capa de plástico y a brochazo limpio se lo pinta de marrón y mira que le he llorado para que me lo hiciera a mí también, pero nada ella va y me contesta.
-Anda Quino, no digas tonterías y vete a hacer los deberes.
Yo he llegado a la conclusión de que cuando los mayores no saben que decir, nos sueltan alguna chufla de estas.
Bueno a lo que vamos. La seño nos contó que los camaleones se podían camuflar cambiando de color, si venía otro lagarto a por ellos o algún enemigo malcarado. Que estaban sobre una piedra pues se ponía gris o color piedra, según de donde fuera el cascote, que estaban en una rama, pues hala como si fueran un trozo de madera. Y claro, yo saqué provecho de la enseñanza ( qué bien lo he dicho, cómo se nota que me hago mayor) y más cuando Luisa dijo que eso lo hacían por algo que tenían en la piel que se llama cromatóforos, entonces comprendí el funcionamiento de los semáforos, que es una cosa que siempre me había intrigado mucho . Desde entonces empecé a hacer todo lo posible por convertirme en camaleón y que el matojo naranja de la cabeza se me cambiara a un color más normal, más de niño: miraba por las noches las lagartijas que corrían por la pared, alrededor de la farola de enfrente de mi casa, me ponía sobre el pupitre que tiene un marrón muy chulo hasta que Dº Paco, el tutor me agarraba de la oreja para separarme de la mesa ( es que una vez me di con pegamento para que no me quitaran de allí). En fin que además de soñar hacía todo por transformarme.
Pero hace un par de semanas, llegó a clase un niño nuevo. Se llama Mamadou y es de color chocolate. Yo no sé porque les dicen negros, porque yo lo veo chocolate perdido. A mí me gusta estar con él y aunque por su religión, no come chopped ni foie-gras es un tío muy guay, pero el Lolo, que es el más bruto del colegio, a mí cada vez que me ve, me llama girasol y me arranca cada “puñao” de pelos que me quedo como tonto por unos momentos, pues el Lolo le ha dado por chillarle desde lejos claro, porque Mamadou le saca una cabeza de alto
-Negro, vete a tu país con los monos.
Yo no entiendo porque le dice eso (además de por la mala uva que tiene), porque España es muy grande y hay sitio para todos, pero como el Lolo, continúa con la “perra”, pensé en contarle a mi amigo mis trucos para hacerme camaleón, así a mí se me oscurecería la pelambrera y él podría hacerse más clarito. Pero Mamadodu se puso muy serio y me dijo que él estaba muy orgulloso de su color, que por dentro todos somos iguales y que no pensaba cambiar por nada del mundo, bueno no lo dijo igual pero yo lo traduzco.
Y al final me soltó que su abuelo en África, le dijo una vez que las almas no tienen color. No lo entendí muy bien, pero me pareció tan bonito, que anteayer decidí que ya no quiero ser camaleón, que al que no le guste es que tiene pocas luces y que voy a empezar por quitarme los días de más calor la gorra del Atleti, con la que me tapo la cabeza, que me perdone el “Kun” Agüero pero es que me achicharro con ella. Y todo esto gracias a mi colega de chocolate que me ha abierto los ojos. Y al Lolo que le vayan dando.

4 comentarios :

Anónimo dijo...

Me gusta mucho, Pepi, es de los que te sacan una sonrisa y eso se agradece. Y creo que el lenguaje que usas está muy bien, llega a los niños y a los mayores.
Un abrazo
Gracia

Anónimo dijo...

Está muy bien Pepi, la igualdad empieza desde la infancia.
Un beso.
Alicia.

Paula Martínez dijo...

Coincido con Gracia en lo del lenguaje. Es un cambio en tu registro, y la verdad es que el resultado fue estupendo.
La historia es muy tierna, y me gusta como la resuelves.

Anónimo dijo...

HOLA PEPI, SOY GLORIA,, ME HA GUSTADO MUCHO, A MI TAMBIEN ME GUSTARIA A VECES SER CAMALEON Y PODER CAMUFLARME PERO TENEMOS QUE HECER FRENTE A LO QUE TENEMOS .

ES UN RELATO MUY REAL Y LLEGA MUCHO Y TE HACE PENSAR.
SIGUE ASI QUE ERES MU GRANDE .UN ABRAZO.