jueves, 11 de marzo de 2010

CUENTO INFANTIL...





EN HUI

Existió hace muchos, muchos años en una lejana y escondida región de china, una niña que nació con luna llena. Durante toda la noche, su madre estuvo de parto, pero no sufrió dolor alguno, y lo único que sintió fue un sueño profundo que le impidió asistir al nacimiento de su propia hija. El impacto que le causó verla, quedó relegado enseguida gracias a la luminosidad de su cara y su mirada limpia y seductora.
La criatura era hermosa, con una sonrisa excepcional, y estaba dotada de una peculiaridad inconcebible. En apenas un mes creció hasta un metro de altura, y pronto pesó unos diez kilos, pese a que sus progenitores no poseían tales cualidades.
En Hui, así la llamaron, aprendió con una rapidez inusitada todos los conocimientos que un niño adquiere con cierto esfuerzo durante sus primeros años de vida, y en un solo día asimilaba cuanto le enseñaban, sin que nunca más olvidara lo aprendido. Así dio sus primeros pasos en apenas dos semanas, y cuando tenía treinta días, aquella muñeca de ojos rasgados y profundos, ya hablaba su dialecto con un rico vocabulario.
Muchos médicos se acercaron hasta la pequeña población, interesados en estudiarla mediante análisis de sangre y muchas otras pruebas, pues deseaban desentrañar la razón de aquel extraño fenómeno, único en el mundo, pero En Yao, su padre, se negó. No quiso someterla a un montón de estudios que le causarían dolor, y que traumatizarían a la niña por ser diferente.
El tiempo continuó su andanza, y cuando cumplió seis meses, la chiquilla se desenvolvía como una persona mayor, aconsejando a las gentes del lugar, que decidieron seguir sus propuestas por la lógica aplastante de sus argumentos. Y en efecto todo aquel que cumplió con sus indicaciones no se arrepintió, pues se vio recompensado con creces.
Pronto, cada mañana una cola inmensa se formaba delante de su puerta, para consultar a En Hui sobre cuestiones de todo tipo. Resolvía problemas de salud con una seguridad categórica, y recomendaba abrir un negocio de compra venta de animales exóticos, en lugar de tejer sombreros de paja para los viajeros, pues estos últimos dejaban menos beneficios.
Cuando En Hui celebró su noveno mes, sus padres se percataron de que toda la ropa que tenía la niña le quedaba grande. Fue cuando su madre la midió y descubrió lo que a todas luces era un hecho. La pequeña había menguado, y ahora apenas alcanzaba los sesenta centímetros de estatura. También la pesaron puesto que sus brazos y piernas se veían delgados como palillos, y constataron asustados, que había perdido mucho peso. En Yao, su padre, decidió cerrar el consultorio, y aunque los vecinos se opusieron e incluso se enfadaron, finalmente comprendieron que la medida era necesaria dadas las circunstancias.
La mantuvieron en cama para que no se agotase, y su madre la hacía comer cada tres horas con la esperanza de que su estado mejorara, pero transcurridas otras cuatro semanas, cuando volvieron a comprobar su peso y estatura, comprendieron que En Hui continuaba empequeñeciendo cada vez más. Preocupados, la hicieron visitar por un especialista de la capital, que se interesó mucho en su caso, puesto que jamás había visto nada semejante, ni tan siquiera había estudiado aquella extraña dolencia en los libros de medicina. Éste tras efectuarle algunas pruebas, no pudo dar un diagnóstico que justificase el mal que padecía.
Una mañana cuando En Hui cumplía su onceavo mes habló con sus padres, y les explicó que apenas les quedaba un mes para estar juntos, ya que ella debía regresar al lugar de dónde procedía. Cuando En Yao le preguntó dónde estaba aquel lugar, la pequeña le respondió que lo ignoraba, pero que sabía que debía partir en cuanto saliese la doceava luna. Y les advirtió que en las escasas cuatro semanas que faltaban, su cuerpo se haría mucho más pequeño con gran rapidez, que no debían sentirse culpables ni entristecerse por ella. Y así les contó su gran secreto:
-Yo no voy a cumplir un año de edad, pues ya tengo 100 años, porque cada mes que ha trascurrido desde que nací, ha supuesto para mí 10 años, a excepción de las primeras semanas en que mi desarrollo fue algo más lento. Por ese motivo he aprendido con tanta rapidez, y he logrado incluso, observando el comportamiento de la gente, averiguar cuales eran sus problemas y de qué forma solucionarlos. Y lo mejor de todo es que he disfrutado de esta larga vida a vuestro lado. Lo que yo ya sabía, y ahora debéis aprender vosotros, es que todo tiene un precio. Mi cuerpo ha sufrido el deterioro lógico de todos los años que en realidad han pasado. Me queda pues muy poco, y sé que en unos días ni siquiera podréis escuchar mi voz. Me convertiré en una especie de ser diminuto, tan pequeño como una mariposa, y quiero pediros que cuando llegue el momento, me dejéis a la deriva del río, en el remanso dónde hemos pasado algunas tardes de domingo, para que el agua me guié en mi camino tal y como se hacía con nuestros antepasados. Seré luz, porque ese es mi destino. Y cansada se durmió.
Consternados, los padres de En Hui (nombre que significa sabia) pasaron las últimas semanas junto a ella, testigos de su transformación tal y como les había asegurado. Y cuando dejó de respirar, y se le quedó la sonrisa dibujada en su minúscula boca, En Yao y su madre, la colocaron dentro de una campanilla blanca y la dejaron en la orilla. Se quedaron allí un rato hasta que el agua se llevó poco a poco con un suave balanceo la pequeña flor.
Desde entonces, cada noche sus padres secretamente miran al cielo, y siempre creen ver los ojos de En Hui entre los miles de puntos luminosos que bordan el firmamento.

4 comentarios :

Anónimo dijo...

Me parece original y muy bonito Cristina. Un beso.
Alicia.

Paula Martínez dijo...

Es precioso Cristina. Un hermoso cuento oriental con su punto de magia y un final triste pero muy dulce.
Es un cuento para todas las edades, no cabe duda.

Anónimo dijo...

Un cuento con sabor de oriente, y con un personaje muy especial, que tiene una carácteristica increible. La pena es que muera en un año, aunque para ella hayan transcurrido cien, a pesar de que su familia la ha tenido muy poco tiempo.
Me ha parecido un cuento muy tierno, y la pequeña, una niña entrañable y sabia como el significado de su nombre.
Desconocía que también te atreves con literatura infantil.
Rosa

Anónimo dijo...

Buen cuento. Poco visto, al menos más original que las desgastadas versiones una y mil veces reproducidas de otros tantos cuentos repetitivos.

Pedro (Murcia)