lunes, 19 de octubre de 2009

La memoria del agua


LA MEMORIA DEL AGUA por Pepi.



La memoria del agua es eterna, blanca e incorrupta como el sentir del que aún no ha nacido. Es mansa y maleable. Se aseda para guardar en su tibieza los instantes que puedan servir de alimento y hasta se antoja arenosa y seca cuando el recuerdo es rasposo como lengua de gato.
Sumerjo mis dedos en la materna calidez del estanque donde tantos momentos atesoré. Los lotos que viven allí, se me acercan flotando serenos. Llevan ahí desde los días imborrables de mi niñez. Si los miro despacio puedo escuchar las voces de mis hermanos intentando rescatar el agua de los días de lluvia, el reflejo de las manos de mi madre apartándolos con mimo para gozarse con la hermosura del mosaico del fondo.
Me llega el aire verde de los tilos, arrullándome la piel, refrescando mi mente derrotada que busca refugio.
Y es que la voz de la bata blanca, tras horadarme el cuerpo y el aliento con pruebas, preguntas y temores me ha confirmado lo que el revés de mi mirada presentía. La enfermedad del olvido se ha encaprichado de mi: las palabras que no acertaban a cruzarme los labios; el objeto que volaba más allá de mi razón enojada de tanto buscar; el rostro que extraviaba su nombre encajándolo en la frontera de mi voz. No se debían a los días difíciles de ayer o anteayer, ni siquiera a la edad que aún no había recorrido.
Era eso, lo que no quise nombrar. El mal, ladrón de recuerdos ha entrado en mi casa, hambriento deseoso de roer mi pasado primero y el ahora mañana cuando ni cartas, ni runas puedan adivinar un futuro que ya no será.
Primero he llorado por lo que iba a perder. Después por lo que sería arrebatado a los que me aman y hoy tan solo unas lagrimas más por la cobardía, hermana en el exilio de mi enfermedad.
Y de pronto me niego. No lo permitiré. Sé que mi mente y mi espíritu se vaciarán. Pero mientras un deje de lo que fui, de lo que soy me acompañe, velaré para que no pierda ni un ápice de su color.
Por eso he regresado al estanque de la casa donde me crié y en su agua preñada de instantes amados, iré sembrando los goces de amor que sentí; el llanto del hijo cuando se escurrió de mi cuerpo exhausto; el aroma de las paredes donde lloré y fui feliz.
Traigo el equipaje dispuesto para que duerma en la memoria del agua.
Y en el legado de vida que escribiré para los míos, dejaré dicho que cuando mis ojos se balanceen entre la duda y el vacío, me acerquen a esta laguna, donde las figuras cinceladas del fondo me harán compañía recordando por mí.


5 comentarios :

Anónimo dijo...

Me gusta, tiene posía tú relato. Y por supuesto un buen lenguaje.
Un beso. Alicia.

Anónimo dijo...

El lenguaje del relato me parece un tanto recargado pero es grato de leer.

Pepi dijo...

Muchas gracias por vuestro comentario, tanto a Alicia como a Anónimo. Un beso. Pepi.

Anónimo dijo...

Una historia muy bonita, Pepi. Has conseguido decir mucho en unas pocas frases. De lo que te he leído, creo que es lo que más me gusta.
Un abrazo

Gracia

Pepi dijo...

Gracia el día estaba un poco oscuro, pero ver que te has acordado de mí, me lo ha arreglado. Un beso. Pepi.