miércoles, 28 de octubre de 2009

"EL GATO AZUL" por Nieves Jurado


Cuando duermo, tengo la sensación de estar despierto. Y esa sensación no desaparece hasta que en mi sueño sucede algo tan extraño e irreal que me hace entender que sigo durmiendo. Sin embargo, tengo miedo. Miedo a no despertar, a que todo lo que conozco no sea más que un sueño y yo sólo un cúmulo de recuerdos. Podría pensarse en la similitud con Matrix. No, en el mundo de Matrix el cerebro de la gente es inducido de manera artificial y por medio de un programa informático a creer que vive una realidad cotidiana, como es la vida de cada uno. En mi caso no es así. En mi sueño intento despertarme una y otra vez y cuando creo lograrlo, sucede algo lo suficientemente absurdo como para hacerme comprender que continúo hundido en ese estado tan incoherente como incierto. Desesperado, exprimo mi mente y ordeno a mis ojos que se abran, a mi cuerpo que se mueva, y una vez conseguido me pregunto: -¿me estaré soñando ahora?
Por otro lado, me he dado cuenta de que ese suceso fuera de toda lógica, capaz de demostrarme que no estoy despierto, es siempre el mismo: la aparición en cualquier lugar de la escena onírica de un gato azul. Un estúpido gato azul que me observa con ojos inexpresivos cuando es un simple objeto inanimado, o con gesto arrogante cuando se presenta como un animal vivo. En este caso, se muestra con la boca manchada de sangre, que unas veces limpia despacio con su lengua y otras simplemente deja que se le pegue a los bigotes. En ese momento mi pánico es tan irracional que apenas me reconozco y deseo despertarme. Sé que sólo es un sueño. En teoría no puede hacerme daño. En teoría.
Una noche, no recuerdo cual, soñé que había amanecido, y me levantaba de la cama, me ponía mis pantalones y descalzo marchaba por el pasillo hacia la cocina. Todo normal, muy rutinario, hasta que en mi cabeza entró la duda de siempre: -¿estaré despierto?
Empecé a buscar por toda la casa el maldito gato azul que me sacara de dudas. Hasta que noté un bulto en el bolsillo izquierdo de mi pantalón. Metí la mano y toqué algo frío. Lo extraje con cuidado. Se trataba de una pequeña figura de porcelana de un azul muy intenso: un gato sentado sobre las patas traseras. Me miraba. En seguida supe que yo continuaba durmiendo. Deslicé mis dedos por la cabeza del animal, estaba suave, bajé por su lomo y recorrí su cola. Un odio repentino me obligó a estallar la figura contra el suelo. Yo sólo quería despertar a la realidad y no volverlo a ver nunca más. Los trozos salieron disparados como proyectiles hacia todas partes. Mi pie descalzo pisó un pedazo que había quedado a su lado. La sangre manchó el suelo. En ese instante me desperté.
A veces, cuando estoy despierto tengo la sensación de estar soñando. Afortunadamente, esa sensación se desvanece cuando me limpio con la lengua la sangre del ratón que yace muerto entre mis patas y que aún llevo adherida a mis bigotes azules.

1 comentario :

Pepi dijo...

Hasta cuando sueñas eres genial.Un besito. Pepi.