jueves, 22 de octubre de 2009

EL ESCRIBA DE LA QUINTA PLANTA

Me levanté de la mesa y salí a la terraza, estaba amaneciendo, el aíre de la mañana venía bien a mi cabeza calenturienta. No quería mirar atrás, pero lo hice, miré la mesa llena de papelotes esparcidos por ella. Facturas y más facturas que, nunca conseguiría pagar. El rojo del amanecer se reflejaba en el cristal, ví, mi figura espectral en él, todo era borroso a estas horas. No sé porque, la noche anterior me dio por hacer balance de mis deudas, de todas formas no tengo a quien dejárselas y eso, a veces duele. Me puse el traje de “impagados” y me lancé a la absurda tarea. Toda la noche peleando con la facturas sin encontrar solución posible; bueno si, aunque no sea hermoso, tengo que asumir que cualquier día de estos, (como dice mi vecina Encarna), algo olerá mal en la escalera. Y ese algo seré yo, ¡en fin, a que más darle vueltas, todo es como es y ya está! Desde la terraza se pueden ver los tejados y antenas de todo el barrio, excepto el de los pisos nuevos que son más altos. Por ella han pasado varios siglos. ¡Resiste bien la condenada! Casi tanto como yo. De un lado se han desprendido algunas piedras y la cal de las paredes. Los chorreones de lluvias y años caminan por ellas. Un gato pasa tranquilo por mi lado, ya me conoce. Vislumbro el cielo, ahora teñido de rosa. Tengo que acostarme, _ me digo_ estoy cansado, después bajaré a comprar unos folios y pan blando. Siempre me comento lo mismo a estas horas; y luego me arrepiento. ¿Qué pinta un viejo cómo yo en la calle, desharrapado y solo? _Vuelvo a decirme._ Mejor me quedo aquí, e intento terminar el poema, ese poema que tanto me está costando. Y es que, cuando quiero seguir, vienen a mi mente ¡tantas cosas! Cosas que no puedo, no puedo olvidar…
Aquel día, si, fue aquel día… salimos de la biblioteca, los libros bajo el brazo y la risa pronta. Julia fumaba un cigarrillo y me lo pasaba de vez en cuando, andamos un trecho y ella se paró de golpe mirándome a los ojos. _Gonzalo_ dijo con cara emocionada, _ júrame que me querrás toda la vida, ¡vaya que tonta! Añadió_ ¿Soy yo la que habla del amor libre y sin papeles?_ Y continuó_ Parece mentira, debe ser que, tu amor me ha vuelto loca. Y ahora, mira… pero no me hagas caso, nosotros somos una pareja moderna y libre, vivimos juntos y nos queremos hoy, es lo importante, el mañana está por venir, no sé que me ha dado, para decirte eso, ¡perdóname cariño, soy tan boba!
La atraje hacía mí y la bese sin más.
_Ya sabes que si, que te querré mientras vivas, ¡lo juro! _ Le contesté._ Eso, es lo que diría un romántico empedernido, pero yo no, yo sé, que nos amaremos mientras dure el amor, la pasión o lo que sea. ¿Está mejor así no? ¡ Mi chica moderna! Somos gente actual, ¿futurista? No, tanto no, pero vivimos el presente. Hoy contigo, tal vez mañana, con tu amiga Luisa… _ una mueca burlona acompañó mi frase_ ella no me dejó terminar, un libro voló derecho a mí cabeza, lo esquivé como pude. Subimos entre bromas los fatigosos escalones de dos en dos, hasta el quinto piso. Allí teníamos nuestro nidito de amor, por más que suene cursi y empalagoso. Normalmente al llegar, cenábamos y comentábamos cosas del día a día. La mayoría de las veces, hacíamos el amor. Después, Julia se ponía a estudiar y yo a escribir, (tenía un libro de poesía a medio). Y aunque no llegaba ni a escritor de medio pelo, una modesta editorial me aseguró publicarlo. Como es normal, la emoción y la alegría me embargaron. Por aquel entonces, yo era el bibliotecario de la facultad de filología, licenciatura que había cursado, Julia la estaba haciendo. Allí nos conocimos, ya iba para dos años. Esa noche ni ella estudió ni yo escribí, nos dedicamos a amarnos. Despertamos abrazados, éramos felices ¿Qué más se le podía pedir a la vida?
Amaneció gris, Julia y yo, marchamos a la facultad. Nos vimos entre clases y como era normal quedamos para la salida. La esperé mucho tiempo, después la busqué por las aulas, pero nada, Julia no estaba, pensé que habría ido a comprar algo y volví a esperar. La noche me sorprendió en la calle, buscándola enloquecido. Era como si la tierra se la hubiera tragado, frase hecha, pero que sirve para describir la situación. Había desaparecido. Denuncié el caso a la policía, buscaron y buscamos, (los amigos y yo). Los sitios conocidos, los desconocidos. Increíble: Julia no estaba en ninguno, nadie la había visto, todo era un misterio. Lo cierto, es que mi vida y mis sueños, quedaron colgados ese día, en la percha de la nada. Dejé de escribir, de trabajar, caí en depresión. Alguna vez bajaba a mirar por el barrio, por si la veía, los vecinos me saludaban. “El escriba de la quinta planta” me llamaban y yo, me emocionaba al oírlo.
Encarna, me subía la compra. Todo lo debía, pero nadie protestaba, esperaban que la publicación de mi libro, ( mi vecina lo había comentado), diera para eso y para más. ¡Pobres! Las deudas se acumularon con los años, los poemas inconclusos, nunca llegaron a figurar en libro alguno. Soy un fraude. Intento escribir, no puedo y entonces lloro.
Un amigo pasó a saludarme y me aseguró que había visto a Julia en una revista, que estaba muy guapa, que la acompañaba un famoso banquero, ¡no lo creo, nunca lo creeré! Estoy seguro de que ella volverá.
Miro el cielo rojo del amanecer y sueño que tal vez aquella nube, me traiga a Julia.
No sé en realidad cuantos años tengo, ni porque me llaman el escriba de la quinta planta, si se me olvidó escribir… Vivo rodeado de facturas y poemas sin terminar, los sueños se fueron, pero he de decir en mi favor, o en mi contra, que una punta de esperanza, aún vive; iluminada por ese rojo sol del amanecer y, espero, que ella llegue y repique en la puerta como un torbellino, con los libros bajo el brazo llamándome…
_¡Gonzalo, Gonzalo, estoy aquí! _ ¡La oigo! _ ¡Abre la puerta amor, regresé! Tengo que contarte tantas cosas… _Es ella, me llama._ Ya lo sabía, sabía que volvería. ¡Voy Julia voy, no te vayas espera! Corro a abrir.
_ ¡Ya está bien, ya está bien! _ Una cara roja encima de un delantal con peto, me grita, medio en serio, medio en broma, _¡ no le subo más el pan! _ Es Encarna, mi vecina, con la bolsa de pan en una mano y la otra en la cintura. Le quito la bolsa y la despido decepcionado y rabioso. _Estoy loco_ me digo_ y cerrando la puerta, cojo papel y pluma, me siento frente a la terraza; el sol ya luce. Empiezo a escribir:
Me llamo Gonzalo, me conocen por el escriba de la quinta planta y…

2 comentarios :

Pepi dijo...

Una hermosa historia, transmite tanto el amor como la locura del personaje.
Tienes un estilo muy tierno. Me gusta mucho. Un besito. Pepi.

Anónimo dijo...

Gracias Pepi. Un beso. Alicia.