Este es el ejercicio de Pepi sobre la última propuesta que hizo Jose Arístides: escribir un cuento en el que se esconda un "agujero negro", es decir que uno de los datos principales de la historia se esconda pero al mismo tiempo se ponga de manifiesto de una manera sutil.
LA CENA
-¿Puede sentarse a mi lado mientras ceno?- las palabras se derramaron de su boca casi sin querer. Llevaba demasiado tiempo pensando en aquel instante, demasiado para un hombre solo.
-No es lo normal. No es, digamos ortodoxo-contestó la figura gris.
-¿Legal…?-preguntó el chico moviendo compulsivamente los cubiertos de plástico que adornaban la bandeja-¡Qué absurdo!-continuó dándoles rostro a los pensamientos que le martilleaban en las sienes-Ni siquiera en una noche como esta puedo sentirme ya un ser humano.
-Son las normas, Harry. ¡Vamos! Cómete la hamburguesa. Tiene buena pinta ¿sabes? Nunca me ha gustado demasiado la carne. Podría decirse que soy casi vegetariano. No me va lo de comer animales muertos-sintió como las últimas palabras le erosionaban el aliento, en verdad eran inoportunas. Intentó taparlas con más frases desaliñadas, pero no le surgió ninguna.
-Por favor señor, acompáñeme ¡Hace tanto que no como con alguien al lado, que no quisiera marcharme sin hacerlo otra vez!
-Tampoco pide tanto-la reflexión cobró cuerpo- te voy a dar en el gusto. Pero dejamos la puerta entornada y no olvides que mis compañeros están tras el muro.- No se sentó junto a él, pero cruzó el umbral y le regaló su cercanía. Había sabido a quien debía pedírselo. Cualquiera de los otros, habría rumiado un gruñido, por encima de la fuente de metal como única respuesta. Pero aquel hombre se le antojaba tratable. No murmuraba residuos soeces igual que los demás y los gritos dejaron de ser bramidos tras los primeros momentos. Solía sentirse mirado, escuchado cuando se acercaba.
-Date prisa- le increpó el hombre vestido de plomo-Sabes que estoy incumpliendo la normativa al entrar.
-Ya, el reglamento, siempre el reglamento, ¿le he contado alguna vez como llegue aquí?
-Si chico, me sé tu vida paso a paso- quería ser compasivo, pero ya apenas recordaba como hacerlo y eso que cuando se desnudaba, salía a la calle y respiraba el aire otra vez, podía beberse lo que faltaba en el interior y seguir caminando. Pero en noches como aquella se le desdibujaba la cortina de hielo, con que solía arroparse para lidiar con los rostros que aguardaban la llamada.
-A mí siempre me gustó la comida basura, devoraba los perritos cargados de mostaza, hasta el olor a fritanga del burguer de mi barrio me parecía delicioso.
El hombre hizo un gesto de urgencia. La mirada iba y venía, tras cualquier sonido que avisase de lo que estaba por llegar.
-Ya voy, ya voy- la voz del chico se hacía más pequeña conforme pasaban los minutos- le agradezco de veras lo que ha hecho por mí. Se lo agradeceré siempre ¡que ironía!-rió sin sonrisa-siempre.
-Vamos Harry, debo llevarme la bandeja. Se han oído los cerrojos, dichosos goznes, alguien debía quitarles la herrumbre de una vez- las palabras se le atropellaban, le solía pasar, cuando le tocaba en suerte el oscuro cometido.
-Venga muchacho debes prepararte, sabías que antes o después llegaría.
-Si señor, no pienso acobardarme, de verdad que no. Gracias por su compañía, me ha servido de mucho.
Las voces cruzaron el silencio respetuoso que se le ofrecía desde las otras bocas. El hombre teñido de sombra el semblante, cerró la puerta tras de sí.
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