viernes, 26 de agosto de 2011

Amor Eterno

Regresó, como cada tarde, al puente de los candados. Le gustaba pasear a la puesta del sol e imaginar las historias que había apresadas en cada uno de ellos. Historias que, al menos por un instante, se juraban eternas. 
Candados que se oxidaban con la humedad y el paso del tiempo. Nombres escritos, que algún día acabarían borrados por el viento y la lluvia.
Como todo en la vida se va desgastando con el uso o el desuso.
A lo lejos, una pequeña isla le trajo un recuerdo de los que se pegan al cuerpo y remueven sensaciones que ya creía haber superado. El mar, el rompeolas, un atardecer perfecto, y las manos de aquel hombre recorriendo su cuerpo.
Se llamaba Scot.
Hacía muchos años de aquel verano y, por aquel entonces, nadie colgaba candados de ningún puente. Pero su historia también había sido eterna por un instante, y había quedado apresada en su memoria para siempre.
Su memoria... a menudo también parecía oxidarse con el paso de los años, pero algunos recuerdos permanecían muy nítidos.

En treinta y dos años de matrimonio, su marido jamás sospechó que pensaba en Scot cuando hacían el amor.

Igual que ella tampoco imaginó jamás, que Scot pensaba en ella cada vez que acariciaba a su esposa.


5 comentarios :

Diente de león タンポポ dijo...

Preciosa historia, Paula.

Me encanta.

Un beso.Toñi

Pepi dijo...

¡Que amor tan hermos!, coincido con Toñi me encanta. Besos. Pepi

Anónimo dijo...

Un amor maravilloso me gusta mucho Paula.
Un besito.
Alicia.

Paula Martínez dijo...

Gracias compañeras.

Unknown dijo...

Muy chulo, Paula. Y muy bien escrito.