Cuando llega el otoño, algunas personas se ponen mustias como las hojas.
Tal vez las palabras sirvan de algo.
Treinta años rebuscando en los bolsillos del espíritu una moneda para Caronte. Aletargada en el interior de la montaña, sin pulso, porque la vida se cansó de latir creyendo no ser querida y emigró ansiando un rincón mejor para descansar. Treinta años pensando que el pozo es mi hogar y la oscuridad mi hermana. Despreciando los días, consintiendo el marchitar necio de las horas.
Y de pronto, cuando ya me olvidé de sentir, empiezo a escuchar mi propio repiqueteo. Agua que humedece la hendidura en la piedra del alma. Escarbo, escarbamos la voz y yo hasta encontrar arcilla mansa, figuras calientes palpitando entre mis dedos. Soy yo, creada de una costilla que nunca perdió la esperanza de ser alfarera de aquello que empieza.
Soy agua, lo dicen mis manos, soy brisa tibia arrancando los ojos negros al hastío.
Las entrañas del monte, rezuman bocanadas de aliento mientras comienzo a subir, la luz que apenas ha hablado conmigo me marca la senda.
Treinta años perdida, si ¿y qué?, si un día gozándome en el propio regazo que nunca se fue, me alimentan como el resto de las vidas que me quedan, que fluyen conmigo.
Gotas tañendo en la cañada que se abre pariéndome en lodo fresco con olor a hierba y a sal.
Ahora el otoño me abriga junto al árbol que tan solo duerme, me abrazo a él y siento arder la savia que salta hasta la sangre que aprende a fluir.
Y me volveré fuente, manantial, río, que lave el lienzo de amortajar y lo tiña en palabras vivas, frases que recobren sus letras para gritarle a los hundidos, que hoy soy montaña.
¿Por qué ellos no?.
martes, 24 de noviembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
SIELA Y LOS FURTIVOS (Diana)
Las dos lunas aparecen en el horizonte. La luna azul no presagia nada bueno, cada vez que preside el firmamento, las sincronicidades se alteran. No es un fenómeno habitual, aunque fuertemente perturbador. Siela nota la fuerte alteración de su consciencia y teme perder el control, tan fieramente adiestrado, que la caracteriza. Sus sentidos, acostumbrados a las sutilezas, no responderán como suele ser habitual. Teme por su grupo. En la soledad del desierto, se exponen al ataque de los furtivos, tribu temible y agresiva.
El sol tardará treinta y ocho horas en salir, para entonces pueden estar todos muertos. Urge una estrategia que los proteja. Siela recoge sus pocas pertenencias y se aparta del grupo. Sus pasos silenciosos la conducen hasta el borde del arroyo seco y maloliente. Se sienta en una piedra y se dispone a hacer sus ejercicios mentales, consciente de la magnitud de la tarea. Cierra los ojos, relaja sus músculos e invoca a las fuerzas. Su cerebro bloquea todo lo que pueda distraerla, los sonidos desaparecen, pierde la sensibilidad de su piel y una bruma oscura la envuelve aislándola de su entorno. Visualiza a su padre, maestro y guía, del que aprendió todo lo que sabe. Intenta comunicarse con él, distante muchos siglos de aquel lugar inhóspito, y le pide ayuda. Aparecen imágenes confusas que la inquietan y se esfuerza en concentrar la atención, cuanto más lo intenta más alejada se siente del objetivo. El pasado, su historia y la de su raza, se agolpa en miles de escenas que se deslizan ante sus ojos como si viera transcurrir su vida en una secuencia de imágenes. Se ve a sí misma de pequeña, corriendo por los jardines del palacio, ayudando a su padre con las fórmulas de la alquimia que transformó su esencia. Se ve llorando, arrodillada ante su cuerpo despedazado cuando el ataque de los guerreros y percibe el dolor de la pérdida. Sabe que ésta será transitoria pero, aún así, se duele del gesto humano de la muerte. Aún no está preparada para la transformación que le devolverá a su padre en el lejano mundo de las esencias. Recuerda la soledad en la que se encontró después de su desaparición y cuánto le costó aprender a comunicarse con él más allá de la razón.
Lentamente su corazón se llena de paz, reprime los sentimientos que intentan aflorar porque entorpecerán el encuentro. Y poco a poco percibe la metamorfosis. Miles de años de historia se presentan en sus recuerdos, las gestas de su estirpe, la sabiduría que se fue transmitiendo intacta generación tras generación y recurre al espíritu de sus antepasados en busca de ayuda. Ellos están ahí, invisibles al ojo ordinario, vigilantes, custodios de la raza que evoluciona en sucesivas transmutaciones.
Siela siente el cambio que no deja de sorprenderle, se vuelve arena, viento, roca, su cuerpo mortal se funde en esencia pura. Su padre la conduce para que nada la distraiga. Los mínimos granos de roca que ahora componen su cuerpo giran, al principio lentamente, se desplazan y arrastran consigo el aire del lugar en una nube creciente que va cobrando fuerza, que crece absorbiendo todo el aire en un rugido furioso que se desplaza hasta encontrarse con sus compañeros aterrados, frágiles y desprotegidos. Los ve con su mente de arena y viento y lentamente, para no causarles daño, los va envolviendo en una tormenta espesa, cada vez más densa. Un remolino gigante los cubre totalmente, furioso en los bordes, manso y protector en el centro.
Los furtivos, al acecho sólo ven polvo y viento, frustrados retroceden temiendo ser arrastrados por el torbellino. Repliegan sus posiciones sabiendo que esta vez la caza no ha dado sus frutos. Esperarán pacientes hasta que la luna azul vuelva a aparecer en el horizonte, no saben cuándo va a ocurrir nuevamente el fenómeno que se les antoja impredecible. Pedirán a sus dioses, maquinarán estrategias y, quizás, la próxima vez, los elementos estén de su parte.
lunes, 16 de noviembre de 2009
La busqueda por Pepi
Aquí está mi relato sobre Dragonlance, espero que os guste. Pepi
Solinari y Lunitari, lunas de plata y sangre, madres eternas cobijando el firmamento de krynn hilvanaban requiebros cada noche, sudándoles los pesares por las formas grises de sus caras, ante aquello que la magia de la que siempre estuvieron preñadas, las hacía intuir. Los dragones regresaban y el olor a podredumbre, muerte y desolación venía con ellos. Se cernía como una bruma viscosa arrastrada por alguna galerna hostil de invierno, sobre su mundo amado.
Ya antes se habían sentido desgajadas por sensación similar. Allá en la Primera Guerra de los dragones, cuando entregaron a los elfos los Cinco Orbes para atrapar la esencia de las criaturas maléficas y alcanzar la victoria en la batalla, pero ahora el humo de muerte les llegaba demasiado ardiente. Los héroes no recordaban el ayer, debían parirse de nuevo e iniciar la búsqueda de lo único que podía esbozar un atisbo de esperanza tras el horizonte caído de Krynn: la legendaria Dragonlance.
El rasgar violento del folio rompió la quietud que se fingía en la madrugada, ¡que patético resultaba el instante! Toda una vida emborronando con ideas prestadas el blanco del papel, vendiendo el talento que los demás le suponían a cambio de forjarse el nombre entre los nombres. Y ahora cuando por fin se creía con el derecho a construir su historia, la que las tripas le guardaron durante tanto tiempo, tan solo podía volcar como en un vómito estéril sobre el cuaderno exhausto, un mundo de seres absurdos, encerrados en farragosas batallas, tan irreales que nadie sería capaz de sumergirse en ellas con pasión.
El escritor regresó a por las vísceras del cigarro que dormía sobre la orilla oxidadamente muerta del cenicero. No recordaba ya si era “basuko” y tabaco o si se había sentido sibarita y lo había aderezado con marihuana. Pero con la razón arañada, aspiró con fruición y vencido se dejó caer sobre el escritorio.
La noche se abrió mientras los rayos blancos de la luna se ruborizaron y tiñéndose de carmín, se dieron la licencia de deslizarse por el tragaluz entreabierto.
El elfo por ser el de más edad entró delante. Con su mirada almendrada y la hermosura de sus ancestros trasparentándole la piel, insufló la fantasía extraviada en la pluma que revivió al instante. Mientras el kender con el contenido de la bolsita de hierbas que en un descuido le había escamoteado al hechicero de la túnica blanca, trocó por mandrágora y siempreviva la miseria que aún humeaba entre los dedos del escritor y la dejó allí para siempre. El guerrero y la princesa bárbara aliados en una batalla más, le frotaron con sueños de primavera los ojos, para ahuyentarle los fantasmas que habían tejido telarañas en sus parpados derrotados.
Hicieron una hoguera en mitad de la mesa, con los folios desterrados al olvido, hasta que las letras al calor de las pavesas comenzaron a saltar juguetonas otra vez entre las lenguas rojas y azules. Aún permanecieron un rato velando la desidia del escritor, justo hasta que su respiración empezó a acompasarse con la mañana que quería nacer. Fantasía y realidad luchando espada con espada. En verdad cada uno debía buscar su propia Dragonlance y seguir andando.
Solinari y Lunitari, lunas de plata y sangre, madres eternas cobijando el firmamento de krynn hilvanaban requiebros cada noche, sudándoles los pesares por las formas grises de sus caras, ante aquello que la magia de la que siempre estuvieron preñadas, las hacía intuir. Los dragones regresaban y el olor a podredumbre, muerte y desolación venía con ellos. Se cernía como una bruma viscosa arrastrada por alguna galerna hostil de invierno, sobre su mundo amado.
Ya antes se habían sentido desgajadas por sensación similar. Allá en la Primera Guerra de los dragones, cuando entregaron a los elfos los Cinco Orbes para atrapar la esencia de las criaturas maléficas y alcanzar la victoria en la batalla, pero ahora el humo de muerte les llegaba demasiado ardiente. Los héroes no recordaban el ayer, debían parirse de nuevo e iniciar la búsqueda de lo único que podía esbozar un atisbo de esperanza tras el horizonte caído de Krynn: la legendaria Dragonlance.
El rasgar violento del folio rompió la quietud que se fingía en la madrugada, ¡que patético resultaba el instante! Toda una vida emborronando con ideas prestadas el blanco del papel, vendiendo el talento que los demás le suponían a cambio de forjarse el nombre entre los nombres. Y ahora cuando por fin se creía con el derecho a construir su historia, la que las tripas le guardaron durante tanto tiempo, tan solo podía volcar como en un vómito estéril sobre el cuaderno exhausto, un mundo de seres absurdos, encerrados en farragosas batallas, tan irreales que nadie sería capaz de sumergirse en ellas con pasión.
El escritor regresó a por las vísceras del cigarro que dormía sobre la orilla oxidadamente muerta del cenicero. No recordaba ya si era “basuko” y tabaco o si se había sentido sibarita y lo había aderezado con marihuana. Pero con la razón arañada, aspiró con fruición y vencido se dejó caer sobre el escritorio.
La noche se abrió mientras los rayos blancos de la luna se ruborizaron y tiñéndose de carmín, se dieron la licencia de deslizarse por el tragaluz entreabierto.
El elfo por ser el de más edad entró delante. Con su mirada almendrada y la hermosura de sus ancestros trasparentándole la piel, insufló la fantasía extraviada en la pluma que revivió al instante. Mientras el kender con el contenido de la bolsita de hierbas que en un descuido le había escamoteado al hechicero de la túnica blanca, trocó por mandrágora y siempreviva la miseria que aún humeaba entre los dedos del escritor y la dejó allí para siempre. El guerrero y la princesa bárbara aliados en una batalla más, le frotaron con sueños de primavera los ojos, para ahuyentarle los fantasmas que habían tejido telarañas en sus parpados derrotados.
Hicieron una hoguera en mitad de la mesa, con los folios desterrados al olvido, hasta que las letras al calor de las pavesas comenzaron a saltar juguetonas otra vez entre las lenguas rojas y azules. Aún permanecieron un rato velando la desidia del escritor, justo hasta que su respiración empezó a acompasarse con la mañana que quería nacer. Fantasía y realidad luchando espada con espada. En verdad cada uno debía buscar su propia Dragonlance y seguir andando.
jueves, 12 de noviembre de 2009
EJERCICIO PARA LA PRÓXIMA REUNIÓN (25/XI)
Hola amigos. Como ejercicio para la próxima reunión propongo las bases de un concurso.
A riesgo de me me consideréis reincidente con el tema, el certamen tiene como protagonista el vino. En fin.
El Grupo Freixenet convoca el II Concurso literario de Beso de Rechenna
Un vino, un beso y un folio Comercial Grupo Freixenet convoca el II Concurso literario de Beso de Rechenna “Relatos de vino y besos”, destinado a estimular la imaginación de quienes deseen participar con su relato, Freixenet vuelve a brindar la oportunidad de participar en el certamen de “Relatos de vino y besos”.
La temática: una historia relacionada con un beso y una copa de vino o cava. El vino que da nombre al Premio “Beso de Rechenna” de Freixenet y que trasmite la leyenda del vino mozárabe en sus raíces valencianas, ya que esta tierra de Requena encierra la leyenda de la Dama : “No probaréis mis labios sin antes probar mi vino” solía decir la heredera de una familia mozárabe que logró mantener la tradición del vino en esta localidad valenciana.
Para participar, sólo hay que ser mayor de 18 años y escribir una historia original e inédita de vinos y besos en idioma español o valenciano. Los textos tendrán una extensión máxima de una página DIN A4, escrita en tipografía Times, tamaño 10 a un espacio interlineado sencillo. Los relatos podrán presentarse desde hoy mismo hasta el día 1 de febrero de 2.010, fecha en que se cerrará el plazo de inscripción.
Los textos deberán enviarse en formato PDF o Word, únicamente vía online a través del website www.besoderechenna.com, donde quedarán publicados. El relato ganador será premiado con 3.000 € y publicado en un diario del ámbito territorial de la Comunidad Valenciana y, además, serán entregados 2 accésits de 1.000 € a los textos que queden en segunda y tercera posición.
Si queréis más información:
domingo, 8 de noviembre de 2009
"EL RELOJ" por Nieves Jurado
Suena el reloj.
Despacio,
miro cómo la luz del amanecer
se filtra
rápido
por entre mis sábanas.
Y pienso,
en todo lo que se ha ido,
y en todo lo que ha quedado.
Lo sé,
aún vivo.
Y aún seguiré oyendo
el compás del reloj.
Ese que yace
junto a mi cama,
por si en la noche,
mientras duermo,
mi corazón pierde
el incesante
ritmo del tiempo.
Despacio,
miro cómo la luz del amanecer
se filtra
rápido
por entre mis sábanas.
Y pienso,
en todo lo que se ha ido,
y en todo lo que ha quedado.
Lo sé,
aún vivo.
Y aún seguiré oyendo
el compás del reloj.
Ese que yace
junto a mi cama,
por si en la noche,
mientras duermo,
mi corazón pierde
el incesante
ritmo del tiempo.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
La cama
La mayor parte del tiempo que he vivido,
la he pasado recostado en una cama.
Y reconozco no siempre haber dormido,
pero por esto no habrá que hacer un drama.
Miro hacia el techo si estoy muy aburrido,
o me pongo a rellenar un crucigrama.
Pero otras veces, después de haber bebido,
todo mi cuerpo la busca y se derrama.
Si algún muelle del somier lanza un chirrido,
pienso entre sueños que es alguien que me llama,
pues no quiero nunca, cuando estoy cocido,
que una tontuna perturbe mi programa.
Me propongo no emitir ningún ronquido,
ya que el macho cuando duerme nunca brama,
mas siempre acostumbro a hacerlo desvestido
por si surge la visita de mi dama.
Si algo no soy es un hombre reprimido,
tampoco protesto en contra del pijama,
pero si el sexo me tiene enfebrecido,
¿por qué no actuar como me viene en gana?
Incluso cuando me encuentre consumido
y la muerte me remita un telegrama,
no dejaré que me pille deprimido,
la esperaré sereno, tendido en cama.
(Aquí tenéis un ejercicio con dodecasílabos encadenados, ¡como dios manda!)
martes, 3 de noviembre de 2009
Poesía ,complemento del trabajo, objeto cotidiano: VIAJE
Caen austeras las gotas de niebla,
sobre el campo mojado.
gris el cielo.
Resaltando montañas
apenas,
pasan veloces a su paso,
regimiento de encinas.
Agrupados a la orilla del río,
miran miedosos los arbustos.
inmensas telarañas
de antenas y,
molinos eólicos,
los vigilan.
Estos giran sus aspas sin cesar,
abortando la lluvia.
Nubes y nubes, preñadas de río,
lanzan sus alaridos :
truenos y rayos que,
iluminan la tierra.
Iniciada
apenas la siembra...
Observando su paso,
arenales rojos saludan.
Despiertan las casas de labor.
Hileras de cipreses,
cual soldados erguidos,
miran su caminar y,
callados los pueblos,
van cruzando senderos.
Ya se se yerguen rotundas las montañas.
Cediendo el camino, van
las sombras, a un tímido sol
esperanzado.
Entre campos de niebla,
surca veloz el tren. Amaneció.
Las nubes suspendidas en el cielo,
semejan puentes enlazados;
y grita el infinito.
Sólo es un viaje.
lunes, 2 de noviembre de 2009
LA CAMA, OBJETO COTIDIANO
Tan vieja como el tiempo,
tan joven como un recién nacido,
reposo de tristezas,
refugio de alegrías,
pones vuelos a mí cerebro gris.
Entre sábanas
curan mejor las penas,
del amor; ¡ya ni hablar!
Pasiones encendidas,
como soles ardientes
guardas en tí;
traiciones se han fraguado
por tus mantas,
callada testigo eres.
Vieja arma de trabajo,
el ayer, el hoy, el mañana,
(tal vez si lo hubiera)
vuelvan a tu cobijo.
Soberana de las noches
y, ¿tal vez de los días?
tantos deseos
reposan en tu almohada...
Mi cama: ese jergón de paja
miserable; tu cama:
mullidas plumas
entre bellos encajes.
Reinas son,
mudas cómplices
del nacer y el morir.
¡Mejor callar la parca
y soñar con estrellas!
Y danzar y reír...
Y si llama, callada, sigilosa,
suerte quizás será,
abandonar mis huesos,
pálidos y cansados
de vagar por la tierra,
en la cama caliente,
acogedora,
mientras huyen los sueños
al azul.
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