martes, 18 de febrero de 2014

RECREACIÓN DEL FLAUTISTA DE HAMELIN. Por Trinidad Alicia García Valero.



¡Eh vosotros! _Gritó una tremenda rata encima de un pedrusco_, ¿Me conocéis? Soy Gorda, la vieja bruja de siempre!  _ la ratona  se desgañitaba mientras pesadamente daba vueltas para que la vieran_ tengo tantos años como el mundo, claro que vosotros no sabéis de cuentas Je, je, je, pero entre mis reumáticos lomos y mis pelos tiesos, guardo la sabiduría del universo, que por cierto nos va a hacer falta, pues tras nosotros anda el todavía más viejo flautista de Hamelín…razón por la cual estoy yo en esta gran asamblea ratonil, y os diré algo que os va a poner los pelillos más de punta si cabe, je, je,  
Las  burguesas familias de roedores agolpadas al fondo del jardín la miraron con indiferencia, a ellos lo que les importaba era clavar el diente al buen queso y a los manjares recién traído por los recaderos de la ciudad, la vieja rata se las traía fresca.
Un ratón veterano la interpeló:
_¿Y qué nos va a decir una ratona como tú sobre el particular que no sepamos ya nosotros?
_Veréis_, contestó ella_, os  puedo indicar que estamos en gran peligro, pues la gente se queja de nuestras” aventuras” y el Rey ha vuelto a llamar al dichoso Flautista para destruirnos.
 Miles de cabezas y rabos enhiestos se volvieron hacía ella.
_Ese tipo murió, dijo un elegante ratón atusándose los bigotes, es sólo una historia, afirmó otro de tripa abultada encendiendo un puro, nadie puede con nosotros, somos poderosos- aseveró el tercero recontando quesos y más quesos.
_ Yo sólo sé que han habido reuniones entre la población…_ Apunto Gorda_
Los ratoncillos ansiosos de oír cuentos terribles gritaron _¡ Pues nosotros no sabemos nada de eso y queremos saber! _.Las madres les reprendieron dulcemente:
 _ ¡qué modales pequeños…!
_¡Pues vale chicos!_ Y haciendo una reverencia _,  a petición de los mocosos, ahí va la historia:

Hace muchos, pero que muchísiiimos años, en este mismo pueblo existía una gran colonia de roedores, tantos o más que nosotros, tal es así que los dirigentes de la ciudad hicieron mil cosas para deshacerse de ellos sin éxito alguno, pues cada vez aparecían más. Más un viajero les hablo de un Flautista que se ganaba la vida limpiando los pueblos y aldeas de estas alimañas, o sea, nosotros…  y el Alcalde le mandó llamar de inmediato. Él terminaría con los ratones y ellos le pagarían una fuerte suma de dinero.
El flautista cumplió y al son de su flauta nuestros antepasados fueron llevados a a la muerte. Debo aclarar que en ese tiempo sufrí yo un fuerte dolor de orejas y quedé completamente sorda, por esa razón me despisté mordisqueando unos ricos matojos, que no sólo de carne y queso viven las ratas. Fue entonces cuando un movimiento de tierra me arrojó a un rincón de la cueva negra. Y desde allí vi despeñarse por la gran cascada a  nuestro pueblo ¡fue horrible! Quedé mucho tiempo escondida, pero un día entraron unos humanos  en la gruta, gritaban y lloraban. Puse atención y logré oír (ya no estaba tan sorda) que el Alcalde se negó a pagar al flautista y este furioso, volvió a tocar su melodía y todos los niños del pueblo le siguieron despeñándose como nuestra ratonil villa por la cascada. Ellos, rebuscaban en balde a sus hijos.
La mayoría de las matronas recogieron  aterradas a sus ratoncillos que aplaudían entusiasmados, los machos jóvenes se replegaron y los viejos rieron socarronamente entre sus barbas.
_ Amigos roedores _continuó Gorda_  el pueblo se convirtió en ciudad y de Alcalde fulero pasamos a un Rey cruel y orgulloso que se piensa Dios. Y puesto que la villa quiere nuestras cabezas y rabos, él ha prometido traérselas bien  remojadas… Y es aquí dónde vuelve a  entrar el flautista de Hamelin.
Las familias de ratones, asustadas comenzaron a recoger su prole y a resguardarse en sus distinguidas ratoneras.
_¡Pero no os podéis ir así, tenemos que urdir un plan para no acabar masacrados como antaño!_  gritó ella _. El más viejo que parecía ser el patriarca, se volvió muy serio.
_¿Qué propones bruja? Te escuchamos…
_No dudo que la mayoría de vosotros conocía a Gorda, la rata, y otra a la vieja bruja Gorda. Pero  poco o nada sabéis de mi descendencia… e, le voila…!
Gorda volvió a dar una pesada vuelta sobre sí misma y una ratita joven y esbelta saltó a su lado, hubo grititos de admiración, otra vuelta a la inversa y la ratilla empezó a cantar con voz melodiosa y dulce. La sorpresa se convirtió en asombro y un susurro recorrió al ratonil pueblo.
Toda la colonia empezó a salir de sus madrigueras sintiendo la necesidad de escuchar aquella voz suave y convincente que  los llamaba sin remisión.
_Me honro en presentaros a Tita, la más dulce  hada ratonil,  ni que decir tiene que es hija mía… Y aquí va el plan…

Una comitiva recorría la ciudad, delante, el famoso flautista de Hamelín, eternamente alto, flaco y con la pluma en el sombrero, eso sí, un tanto retorcido por el paso de los años y con grandes entradas que su pequeño gorrito dejaba entrever. Detrás, un sinfín de ratas y ratones bailaban al son de la inigualable melodía. Y terminando la procesión, el mismísimo Rey seguido de toda la corte. Duques, Coroneles y Ministros comentaban el éxito de la misión. Mientras, el pueblo llano lloraba su pobreza.
 Se detuvieron. La gran cascada lanzaba sus feroces aguas al averno, el flautista redobló los tonos y con cautela se fue haciendo a un lado, ratones, ratoncillos y ratas empezaron a despeñarse entre la algarabía del Rey y demás nobles. Más ahí, escondida entre las rocas, andaba  Gorda, la bruja, la ratona, como queráis llamarla, un movimiento de pata hizo brotar un lecho de paja y hierba en un recodo de cantos, justo a la mitad de la cascada, dónde sus congéneres cayeron plácida y felizmente, a otro movimiento, esta vez de pata izquierda, Tita surgió de algún lado, seguramente de una nube y comenzó su canto angelical, todos miraron al cielo embelesados mientras ella, agitando sus rosadas orejillas alzó el vuelo yendo a meterse en el bolsillo de la camisa del famoso flautista, que no pudiendo resistirse a los hechizos de su voz  la acompañó con su flauta. Y ahí comenzó  todo… Condes, Capitanes, Ministros y el propio Rey, iniciaron una danza infernal (que bien podría llamarse hip hop) al son de los cantos y música y, de dos en dos, comenzaron a despeñarse por la gran cascada dejando a la nación libre de impuestos y corrupciones.
Las familias ratoniles celebraban su suerte comiendo ricos manjares y agasajando a Gorda que jamás había sido tan feliz en su larga y arrastrada vida. Mientras, el pueblo cantaba y bailoteaba a ritmo de charanga su libertad.

Tengo que deciros que el flautista quedó enamoradísimo de Tita, el hada de las ratas, a ella, aún siendo vejete, también le moló el son de su flauta y metida en el bolsillo de su camisa siguió buscando mundos que arreglar.
Y colorín colorado, este cuento también se ha acabado.