domingo, 17 de agosto de 2008

PIEL FRIA de Nieves Jurado


Te invento cada noche
porque sé
que no existes.
No puede existir
un ser tan liviano.
Estás lejos,
en otro anochecer,
en otra realidad
donde las sombras
paren cada día
desilusiones.
Ya no creo en tu piel.
Está fría.

jueves, 14 de agosto de 2008

"CORAZONES EN EQUILIBRIO"

¡Hola a todos! Este cuento lo escribí para Toñi, como regalo de cumpleaños. Ella me dio el tema sobre el cual escribir, y se me ocurrió lo siguiente. Es un cuento ligero, de verano, y he querido compartirlo con vosotros (por supuesto con el permiso de su "dueña") y de paso animar un poquito el blog que casi casi está cerrado por vacaciones,

Besos.

Teresa



"Corazones en equilibrio"

Mª Teresa Sandoval



Encontró el papel prendido en el limpiaparabrisas del coche, uno de esos panfletos publicitarios que se suele arrugar y tirar sin mirarlo siquiera; pero hubo algo en él, unas palabras entrevistas al vuelo, el rumor de una promesa peregrina, que le incitaron a leerlo. La cuartilla era el anuncio de los servicios de una hechicera. Las prestaciones: limpiezas energéticas, quiromancia, numerología, males de ojo… hasta ahí todo lo habitual. Fue el ultimo servicio: “Se equilibran corazones” lo que llamó poderosamente la atención de Cándido.


Aunque no atinaba a imaginar a qué se referiría aquello con exactitud, intuyó que de alguna forma tenía que estar relacionado con la zozobra que él mismo llevaba experimentando desde hacía meses. Con una extraña lucidez Cándido presintió que allí se le ofrecía el remedio para solucionar el grave problema que le aquejaba, aquella descompensación brutal entre lo que pensaba y lo que sentía, el desequilibrio que le causaba el hecho de que su corazón pesase mil veces más que su cerebro.


Eso fue lo que le impulsó hasta aquella consulta de la calle Princesa. La mujer que lo atendió más que una pitonisa parecía una entrañable ama de casa. Le sirvió café con pastas en la mesa camilla de la trastienda. Después leyó sus manos, y siguió leyendo su rostro, hasta que en el fondo de los ojos de Cándido encontró lo que buscaba, y fue capaz de valorar el desequilibrio que tiraba de él hacia el abismo. Descubrió que existía ella, o mejor dicho, que existía pero lejos, que desde que se fue él caminaba al filo de una cuerda que separaba peligrosamente el placer de mirar el pasado desde las alturas y el peligro de caerse y hacerse añicos. Consideró que el mundo se le torcía a Cándido muchos días porque el órgano rojo que llevaba en el pecho estaba notoriamente descompensado por el peso de la amargura. La hechicera le dijo que si bien no se equivocaba lo suyo tenía remedio. Le prescribió una receta y le entregó un kit completo para equilibrar su corazón de una vez por todas. Así Cándido ataviado con su nueva camiseta donde se leían con letras orondas “Nadie se muere de amor” y un péndulo en el bolsillo derecho, salió a la calle, y caminó por Madrid con cuidado de seguir la línea recta que trazaban las losetas de la acera (era fundamental los primeros días). Mentalmente iba repitiendo como una retahíla las sencillas recomendaciones extendidas en la receta: nada de alcohol ni drogas; la autoestima bien alta; prohibido mirarse el ombligo; usar menos el coche y caminar más; bostezar 33 veces al día; observar a la gente con la que te cruzas e imaginar sus cuerdas flojas…


Cuando llegó a casa se dio cuenta de que llevaba horas sin pensar en Lucía. Para celebrarlo aquella noche cenó un par de huevos fritos con patatas y chorizos. De la hipertensión nadie le había dicho nada.



* FIN *

domingo, 3 de agosto de 2008

INSOMNIOS de Trinidad Alicia García Valero

INSOMNIOS

Cuando en la cama
Cansada, entre las sábanas frías,
el insomnio me puede,
oigo el ruido
incierto y tenso
en mi cabeza.
Ardiente de tanto velar.

Cierro los ojos y
una luz quieta, la punta
del miedo. Cuando
la pena intenta dominar
el vacío, la noche
se agranda y,
son rojas las nostalgias que
sangran sin un ¡ay! son
luces apagadas en el silencio
y un desespero quieto
amansa, quema.

Alargada mi sombra,
inquieta, escurridiza,
abandona la cama.
Asalta el botiquín.
Y siento la esperanza vaga
del sueño tranquilo.
Y me siento feliz, olvidada.

El brebaje traidor
calma, ayuda, adormece.
El vacío se duerme y,
un Morfeo ambulante y falso,
te enreda entre mantas revueltas
y, no viene el olvido...